Inocencia impaciente (Isabel Fonseca - Vanity Fair)
Vivir en el país equivocado -y viajar de tanto en tanto a los lugares donde no hablan tu lengua materna- es una bendición y una gran suerte. Por lo menos para los escritores. Incluso después de pasar décadas en el extranjero, el mundo adoptado no pierde esa nítida cualidad de ser "otro", un hábitat que requiere una observación desapasionada. Cosa que resulta práctica, porque un escritor nunca deja de trabajar. O no lo hace con mucha frecuencia. Este otoño he estado en Barcelona a propósito de la publicación de un libro y para asistir a una fiesta. Se celebraba el cuadragésimo aniversario de Anagrama, esa editorial independiente caracterizada por un internacionalismo tan marcado que el 62% de su catálogo se compone de libros traducidos (entre sus escritores hispanoparlantes se esconden varias docenas de extranjeros más: los latinoamericanos).
La fiesta, como sucede en esa ciudad cosmopolita, se desarrolló en castellano, catalán, francés e inglés. Y el tema candente de esa semana fue la inesperada detención de Roman Polanski: genio indómito, degenerado desplazado y, de forma menos discutible, hombre dotado de un talento sobrenatural para estar en el lugar equivocado. A Polanski lo llevaron a Polonia de niño (había nacido en París), donde presenció, literalmente, cómo el gueto de Varsovia se cerraba en torno a él. Vio, a los ocho años, cómo se llevaban a sus padres, a los que subieron a unos trenes que se dirigían a los campos de concentración (su madre nunca volvió). A los 10 se escapó del gueto y llegó a la supuesta seguridad bucólica del campo polaco, donde lo acogió una bondadosa familia de campesinos, aunque allí los soldados alemanes le disparaban "como si yo fuera un ardilla, o algo así". Y todavía tuvo que malgastar su juventud en la muy lóbrega Polonia comunista.
El resto es aún menos esperanzador. Los Ángeles, una especie de cielo esperadísimo (incluso vivió en una calle llamada Cielo Drive), resultó ser el más equivocado de los lugares equivocados. Allí, la aniquilación de su mujer embarazada -en aquellos horripilantes asesinatos- puso el punto final a los locos años sesenta. Y la vida de Polanski, como una película de terror que sólo él podría haber rodado, siguió proyectándose: su famoso delito, el famoso juicio, la famosa fuga, y después, décadas más tarde, la surrealista detención en ese país ultradiscreto, profesionalmente neutral, cómodamente trilingüe, lleno de cencerros y de chocolate: Suiza.
A los asistentes a la fiesta de Barcelona les parecía obvio que ser ciudadano del mundo era el mayor privilegio de nuestra época moderna y globalizada; pero también estaba Polanski. ¿Era un hombre de mundo? ¿O un hombre a la fuga? Mientras los otros se batían en duelo, yo pensaba sobre todo en mi hija de 13 años, ciertamente una niña, a quien imaginaba durmiendo en Londres sin correr peligro alguno. Pero también recordó lo que yo sentí cuando era adolescente, en 1977.
Me acuerdo sobre todo de un día, o más bien de una noche. Era a finales de abril (unos meses antes del desastroso encuentro de Polanski en el jacuzzi de Mulholland Drive). Había conseguido escaparme del colegio en el que estaba internada y, no sé cómo (mi hermana conocía a alguien), entré en el Studio 54 la noche de su inauguración. Qué contentas nos pusimos mis amigas y yo cuando leímos al día siguiente que a Warren Beatty, a Cher y a Frank Sinatra les habían denegado la entrada. Ése era el concepto del Studio 54 y, en cierto sentido, de aquella época (todavía quedaba toda una generación para que llegara la fama implacable de los realities): mezclar a las estrellas con desconocidos, sobre todo con desconocidos adolescentes y guapos. Yo tenía dieciséis años, no trece pero -para ser justos con la madre, tan frecuentemente atacada, de la presa de Polanski-, en aquellos tiempos los padres no tenían una actitud tan vigilante: la gente no estaba siempre esperando lo peor.
Las chicas, desde luego, no sentíamos ningún miedo. ¿Por qué íbamos a sentirlo? Éramos jóvenes, y éramos las elegidas. en las escasas ocasiones en las que acudíamos al local, Steve Rubell, el dueño, nos colaba y nos metía en la rampa que desembocaba en las fauces del Studio 54, el lugar al que, al parecer, el planeta entero quería ir. Dentro de la gruta de luces estroboscópicas, oscurecida por ese ridículo humo de discoteca de los años setenta, bailábamos como locas: un círculo de ninfas eufóricas que se contoneaban y que vociferaban (aunque no éramos nínfulas, y menos aún ninfómanas), como siervas de Diana en el umbrío bosque de la discoteca; Diana, diosa de la luna y de los bosques y, por supuesto, de la caza; Diana, que también encarnaba la castidad.
Todo lo demás estaba presente, a la vista de todos y disponible para nosotras: el vodka, el piso superior en el que "sabíamos" que la gente mantenía relaciones sexuales; las mesas de cristal, donde figuras encorvadas preparaban las rayas de coca con tarjetas de crédito y las esnifaban con billetes de dólar enrollados. (Hasta los objetos de decoración se metían cocaína: ¿dónde habrá terminado aquel luminoso enorme en forma de luna con rostro humano que tenía una cuchara de plata?). Una nueva estirpe de pijos extranjeros -que aún no habían recibido el apelativo de eurotrash- apareció durante aquella época, mucho más sofisticados que los chicos estadounidenses (y el año siguiente, una hornada de persas elegantísimos, que habían escapado de Teherán antes que el sha, llegaron a nuestro pequeño y austero internado de Nueva Inglaterra: unos chicos de 17 años, aturdidos y maravillosamente extraños, que vestían cachemira y tenían coches deportivos). Pero en Discolandia éramos suficientemente jóvenes y, a diferencia de Samantha Geimar, la víctima de Polanski, tuvimos la suerte de pode reírnos de las esquinas oscuras y de todas las veces que escapábamos por los pelos. En realidad, el pasado es otro país, y a mí me gusta vivir donde estoy ahora.
Residir en el país equivocado presenta otra ventaja imprevista. Tu país de origen no pierde la frescura y tú, en cierto sentido, nunca dejas de ser joven. Mi casa está en Londres, pero siempre me encanta volver a mi ciudad natal, Nueva York, en la que puedo imaginar que tengo 23 años, mi edad cuando me marché, cuando mi vida aún era (para mí) un deslumbrante signo de interrogación. Hace poco, en un de esas visitas, cené con unos primos. El restaurante era italiano, los camareros, ecuatorianos, el idioma inglés, el vino, argentino; y cuando planteé la idea de que yo tenía suerte de ser de aquel lugar, no de estar allí, uno de mis primos me lanzó un ataque preventivo con esa seguridad típicamente americana. Me respondió que yo no sólo me había quedado sin hogar, sino también sin alma y, para ilustrarlo, citó a un escocés, a sir Walter Scott: "Allí se encuentra un hombre de espíritu muerto / pues nunca se dijo a sí mismo: ¡he ahí mi tierra natal!".
Cuando volví a casa, a Londres, sondeé a mis dos hijas, que han tenido que cambiar de entorno varias veces y que han vivido en dos idiomas y en dos hemisferios distintos. Pero que, como todavía son niñas (la cuestión que el viejo Polanski no llegó a comprender), no han elegido su identidad fracturada, algunos dirían que desarraigada. Las dos defendieron enseguida sus circunstancias cambiantes. Yo insistí: ¿qué tiene de bueno haber vivido en tantos sitios "Le pierdes el miedo a lo nuevo", observó Clío, mi hija de 10 años, que acababa de empezar a estudiar en su sexto colegio. Pero las últimas palabras deben ser las de mi hija de 13, ajena a los jacuzzis y a las resonancias más estremecedoras de la metáfora que eligió: "Las oportunidades son como un tren -aseveró Fernanda-. Si lo coges, corres un riesgo. Pero si no corres ese riesgo, te quedas atrapada en la estación".
(fuente: Vanity Fair, enero 2010, págs 18 y 20)
lunes, 28 de diciembre de 2009
miércoles, 11 de noviembre de 2009
El escritor Tomás Segovia critica la resistencia de España a asumir el exilio
El escritor Tomás Segovia critica la resistencia de España a asumir el exilio (efe - ar.news.yahoo.com)
El poeta nacido en España y exiliado en México por la Guerra Civil española, Tomás Segovia, dijo hoy que "es muy grave" la resistencia que tiene la sociedad española a asumir el exilio como hecho histórico.
El autor de poemas como "Anagnórisis" (1967) hizo estas declaraciones en uno de los actos conmemorativos de los setenta años del inicio del éxodo republicano, que se están celebrando este año en algunos de los países de acogida de quienes tuvieron que huir de España en los años treinta.
México fue uno de esos lugares y a él llegó, y en él se estableció, Segovia en 1940, con 13 años, tras pasar por Francia, Marruecos y Uruguay.
"Para que una democracia sea legítima después de una dictadura es imprescindible deslegitimar la dictadura, juzgarla; en España se están negando a ello y la falta de reconocimiento del exilio es una de las fases", destacó el escritor nacido en Valencia en 1927.
En su opinión, en su país de origen hay una excesiva insistencia en la transición, lo que supone que se vea a la actual democracia como "hija del franquismo".
"La idea de que fue Franco quien nos regaló la democracia se siente en todas las partes de España", aseguró, y añadió que para él "la democracia española es una restitución de la que ya había tenido el país en la época de la República".
Testigo de lo que supone dejar un país y empezar de cero en otro, Segovia dijo que hoy en día podía asemejarse su experiencia vivida con la que sufren los inmigrantes que dejan sus países en busca de una vida mejor.
"Nuestra experiencia es una anticipación de algo que es fundamental en el siglo XXI, la inmigración, los no ciudadanos que sufren hoy en día los problemas de integración", apuntó.
Las apreciaciones de quien fue ganador del premio Poesía Federico García Lorca Ciudad de Granada, en 2008, fueron hechas en una de las mesas de diálogo que se celebrarán estos días en la Universidad Nacional Española a Distancia (UNED) en la capital mexicana y que tratarán de las principales aportaciones que los republicanos tuvieron en México en todos los ámbitos de la sociedad.
En ella también participó el político mexicano Porfirio Muñóz Ledo, quien estuvo de acuerdo con la visión de Segovia referente a la muerte del exilio republicano tras la transición española.
"Hubo una muerte unilateral del exilio republicano en España y desde entonces el binomio es una palabra maldita", apuntó.
Muñoz Ledo analizó el papel que tuvo el presidente Lázaro Cárdenas (quien gobernó en los años del exilio español) para crear la identidad mexicana y unificar dos visiones que había en México sobre España.
"En México desde antes de su independencia había dos españas, la oscurantista, conquistadora y racista, por un lado, y por otro la ilustrada, humanista y generosa", explicó, y "fue Lázaro Cárdenas quien recuperó esta segunda e hizo que el mexicano se reconciliara consigo mismo", añadió.
También destacó la figura de Cárdenas el historiador Javier Garciadiego, quien describió al presidente como alguien "con una gran experiencia política a pesar de su corta edad" que tomaba decisiones "fruto de la estrategia".
Destacó así su enorme capacidad como político y estadista que demostró, entre otros aspectos, "con su decisión de abrir las puertas del país a los españoles exiliados".
Una de las principales aportaciones que los exiliados españoles hicieron a México y que todos los miembros de la mesa destacaron tuvo que ver con la cultura.
En opinión del también historiador José Antonio Matesanz, "no hay un solo campo de la cultura que no haya sido tocado por los exiliados españoles".
Así, apuntó, "influyeron en la transformación cultural de México de una forma espléndida y estuvieron presentes en la mayor parte de la cultura mexicana.
Algo a destacar, concluyó, serían la influencia que tuvieron los profesores exiliados que entraron a dar clases o charlas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quienes formaron a miles de alumnos y potenciaron dicha transformación cultural.
El poeta nacido en España y exiliado en México por la Guerra Civil española, Tomás Segovia, dijo hoy que "es muy grave" la resistencia que tiene la sociedad española a asumir el exilio como hecho histórico.
El autor de poemas como "Anagnórisis" (1967) hizo estas declaraciones en uno de los actos conmemorativos de los setenta años del inicio del éxodo republicano, que se están celebrando este año en algunos de los países de acogida de quienes tuvieron que huir de España en los años treinta.
México fue uno de esos lugares y a él llegó, y en él se estableció, Segovia en 1940, con 13 años, tras pasar por Francia, Marruecos y Uruguay.
"Para que una democracia sea legítima después de una dictadura es imprescindible deslegitimar la dictadura, juzgarla; en España se están negando a ello y la falta de reconocimiento del exilio es una de las fases", destacó el escritor nacido en Valencia en 1927.
En su opinión, en su país de origen hay una excesiva insistencia en la transición, lo que supone que se vea a la actual democracia como "hija del franquismo".
"La idea de que fue Franco quien nos regaló la democracia se siente en todas las partes de España", aseguró, y añadió que para él "la democracia española es una restitución de la que ya había tenido el país en la época de la República".
Testigo de lo que supone dejar un país y empezar de cero en otro, Segovia dijo que hoy en día podía asemejarse su experiencia vivida con la que sufren los inmigrantes que dejan sus países en busca de una vida mejor.
"Nuestra experiencia es una anticipación de algo que es fundamental en el siglo XXI, la inmigración, los no ciudadanos que sufren hoy en día los problemas de integración", apuntó.
Las apreciaciones de quien fue ganador del premio Poesía Federico García Lorca Ciudad de Granada, en 2008, fueron hechas en una de las mesas de diálogo que se celebrarán estos días en la Universidad Nacional Española a Distancia (UNED) en la capital mexicana y que tratarán de las principales aportaciones que los republicanos tuvieron en México en todos los ámbitos de la sociedad.
En ella también participó el político mexicano Porfirio Muñóz Ledo, quien estuvo de acuerdo con la visión de Segovia referente a la muerte del exilio republicano tras la transición española.
"Hubo una muerte unilateral del exilio republicano en España y desde entonces el binomio es una palabra maldita", apuntó.
Muñoz Ledo analizó el papel que tuvo el presidente Lázaro Cárdenas (quien gobernó en los años del exilio español) para crear la identidad mexicana y unificar dos visiones que había en México sobre España.
"En México desde antes de su independencia había dos españas, la oscurantista, conquistadora y racista, por un lado, y por otro la ilustrada, humanista y generosa", explicó, y "fue Lázaro Cárdenas quien recuperó esta segunda e hizo que el mexicano se reconciliara consigo mismo", añadió.
También destacó la figura de Cárdenas el historiador Javier Garciadiego, quien describió al presidente como alguien "con una gran experiencia política a pesar de su corta edad" que tomaba decisiones "fruto de la estrategia".
Destacó así su enorme capacidad como político y estadista que demostró, entre otros aspectos, "con su decisión de abrir las puertas del país a los españoles exiliados".
Una de las principales aportaciones que los exiliados españoles hicieron a México y que todos los miembros de la mesa destacaron tuvo que ver con la cultura.
En opinión del también historiador José Antonio Matesanz, "no hay un solo campo de la cultura que no haya sido tocado por los exiliados españoles".
Así, apuntó, "influyeron en la transformación cultural de México de una forma espléndida y estuvieron presentes en la mayor parte de la cultura mexicana.
Algo a destacar, concluyó, serían la influencia que tuvieron los profesores exiliados que entraron a dar clases o charlas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quienes formaron a miles de alumnos y potenciaron dicha transformación cultural.
Abre el XX Coloquio Cervantino Internacional con homenaje a su fundador, Eulalio Ferrer
Abre el XX Coloquio Cervantino Internacional con homenaje a su fundador, Eulalio Ferrer (efe - ar.news.yahoo.com)
El ex presidente colombiano Belisario Betancur abrió hoy en México la XX edición del Coloquio Cervantino Internacional, que toma como eje este año el homenaje a su fundador, el fallecido Eulalio Ferrer (1921-2009).
Investigadores de nueve países se dieron cita en la ciudad de Guanajuato (centro del país) para debatir sobre la obra de Miguel de Cervantes y sobre el Siglo de Oro español.
La propuesta que se ha hecho es renombrar el encuentro Coloquio Cervantino Internacional Eulalio Ferrer. "Todos encontraremos que es un reconocimiento apenas justo a la memoria de Eulalio Ferrer", apuntó en su conferencia magistral Betancur, quien fue amigo personal del fundador.
Betancur recordó de Ferrer "su permanente preocupación por la difusión del Quijote, de su militancia aguerrida y en ocasiones agresivas por las desfiguraciones del Quijote".
En el evento estuvo presente su hija, Ana Sara Ferrer, también representante de la Fundación Cervantina de México.
"Fue un hombre generoso que donó el Museo Iconográfico del Quijote, el cual fue formado en el hogar de la familia, en una casa rodeada de esos símbolos", explicó sobre su progenitor.
Hoy también se develó una placa en honor de Ferrer, nacido en Santander (norte de España), y quien fue publicista, escritor y mecenas cultural.
Fue nombrado Hijo Predilecto de Guanajuato y recibió también la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil del rey de España, Juan Carlos I, en 1988, entre otros galardones.
Entre los actos previstos está la presentación de su libro "México en el corazón". También habrá una exposición-homenaje a Ferrer con "Quijotes", de la Colección Askenazi, y se leerá un texto en su memoria elaborado por el escritor mexicano Carlos Monsiváis.
El primer coloquio se celebró en 1987, el mismo año en que se fundó el Museo Iconográfico del Quijote. La cita ha dejado de realizarse en tres ocasiones (1992, 1997 y 2001).
El ex presidente colombiano Belisario Betancur abrió hoy en México la XX edición del Coloquio Cervantino Internacional, que toma como eje este año el homenaje a su fundador, el fallecido Eulalio Ferrer (1921-2009).
Investigadores de nueve países se dieron cita en la ciudad de Guanajuato (centro del país) para debatir sobre la obra de Miguel de Cervantes y sobre el Siglo de Oro español.
La propuesta que se ha hecho es renombrar el encuentro Coloquio Cervantino Internacional Eulalio Ferrer. "Todos encontraremos que es un reconocimiento apenas justo a la memoria de Eulalio Ferrer", apuntó en su conferencia magistral Betancur, quien fue amigo personal del fundador.
Betancur recordó de Ferrer "su permanente preocupación por la difusión del Quijote, de su militancia aguerrida y en ocasiones agresivas por las desfiguraciones del Quijote".
En el evento estuvo presente su hija, Ana Sara Ferrer, también representante de la Fundación Cervantina de México.
"Fue un hombre generoso que donó el Museo Iconográfico del Quijote, el cual fue formado en el hogar de la familia, en una casa rodeada de esos símbolos", explicó sobre su progenitor.
Hoy también se develó una placa en honor de Ferrer, nacido en Santander (norte de España), y quien fue publicista, escritor y mecenas cultural.
Fue nombrado Hijo Predilecto de Guanajuato y recibió también la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil del rey de España, Juan Carlos I, en 1988, entre otros galardones.
Entre los actos previstos está la presentación de su libro "México en el corazón". También habrá una exposición-homenaje a Ferrer con "Quijotes", de la Colección Askenazi, y se leerá un texto en su memoria elaborado por el escritor mexicano Carlos Monsiváis.
El primer coloquio se celebró en 1987, el mismo año en que se fundó el Museo Iconográfico del Quijote. La cita ha dejado de realizarse en tres ocasiones (1992, 1997 y 2001).
domingo, 8 de noviembre de 2009
John Boyne - "La casa del propósito especial". "La URSS trató a la gente peor que los zares" (entrevista)
John Boyne - "La casa del propósito especial". "La URSS trató a la gente peor que los zares" (entrevista) (Xavi Ayén - lavanguardia.es)
"La Rusia zarista no ha sido casi tratada por los escritores contemporáneos".
Lleva camisa a rayas, como un guiño al título que lo catapultó a la estratosfera de los best sellers mundiales. El niño con el pijama de rayas, publicado por primera vez en el 2006, acumula ya cinco millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Pero Boyne es un autor suficientemente ambicioso como para no estancarse en un título y ha decidido ir creciendo como escritor. Tras aquel pijama llegó Motín en la Bounty (2008) y, ahora, La casa del propósito especial, que publican Salamandra en castellano y Empúries en catalán. En esta novela, un anciano visita a su esposa enferma en un hospital londinense y rememora su vida como servidor del último zar de Rusia, Nicolás II, y su familia.
- Su suerte en el mundo editorial cambió a raíz de su encuentro con el mítico editor de Oxford David Fickling, ¿no?
- Había publicado ya tres novelas, yo admiraba a Fickling, el descubridor de autores com Philip Pullman o Mark Haddon, así que le envié el manuscrito de El niño con el pijama de rayas y viajé a Oxford para comentarlo con él. Yo estaba muy nervioso, sudaba... Estuve hablando con él en su despacho durante dos interminables horas, mareando la perdiz... sin que él acabara de pronunciarse, me iba haciendo una pregunta tras otra. Me hizo sentir inseguro, pero al final me confesó que todo aquello era para impresionarme. Yo sabía que si él me lo publicaba es que el libro era muy bueno, porque sentía dentro de mí que aquel libro era o fantástico o terrible, una de las dos opciones... pero no sabía cuál.
- Esta novela es muy diferente a las suyas anteriores, más compleja, como si subiera un peldaño en su exigencia literaria. ¿Es así?
- El pijama cambió mi carrera y mi vida. Pero fue el primer escalón del camino para convertirme en el escritor que quiero ser. Sí, este libro es un progeso en mi carrera, señala la ambición que quiero tener. Quiero ser un novelista más maduro. Aquí he puesto muchísima atención en el lenguaje, en las frases, en los personajes... todo está mucho más cuidado, he escrito ya siete novelas y soy un narrador más experimentado. No es un accidente que el narrador tenga 80 años, quería alguien con toda esa experiencia acumulada.
- ¿Le ha pesado la tradición narrativa rusa?
- Lo primero que pensé es que la época histórica que describo no ha sido casi tratada por los escritores contemporáneos, así que, en realidad, se me aparecía como un campo virgen. He sido, ciertamente, muy influenciado por Tolstói, en especial por Anna Karénina, porque este libro mío es, también, una historia de amor. Quería toda esa nieve, esos carruajes... no me intimidaba la tradición, me estimulaba. ¿Por qué dejar este tema solamente a los escritores del XIX?
- También es la historia de un matrimonio...
- Es una historia de amor a lo largo de 60 años de unidad, ellos siguen ahí, juntos, tras todos esos tiempos difíciles y se quieren y son una roca el uno para el otro. A veces están lejos porque ella no asume el pasado.
- Es también una novela de crecimiento...
- Sí, cada vez el personaje va acumulando más experiencia y, de hecho, cuando habla él de chico en San Petersburgo, la voz de ese narrador es la del escritor que yo he sido hasta ahora; y cuando es el anciano el que narra se escucha al escritor que quiero ser en el futuro. Yo también paso de escritor joven a escritor maduro en esta obra.
- ¿Por qué la caída de los zares?
- Buscaba un momento dramático, épico, dos mundos en tránsito que fueran en paralelo a la conversión de niño a hombre del narrador.
- El clímax de la ejecución de los Romanov se inspira en algo, ¿verdad?
- Cuando era adolescente, en unas vacaciones en casa de mis abuelos, me encontré con la biografía de Nicolás y Alejandra, no sabía nada de historia pero devoré ese volumen como si se tratara de una novela. Y sí, el pasaje de la ejecución me marcó.
- Aparecen el zar, Rasputín y otros personajes reales. ¿Qué porcentaje de ficción ha añadido en sus personalidades?
- He estudiado mucho cómo eran y me he formado mi propia idea a partir de los datos. Creo sinceramente que debían de ser así, no les añado cualidades.
- Pero el zar no era tan buen padre, dicen algunos...
- Hasta donde yo puedo comprender, sí lo era. Los zares se esforzaron por tener una familia unida, eran muy cariñosos, se llevaban a su hijo como acompañante a todos los sitios. Eran buenos padres, en el contexto de su época y del cargo que ostentaban.
- ¿Y qué hay de la princesa Anastasia? ¿Qué le pasó realmente? ¿Cree que consiguió huir?
- Probablemente murió al mismo tiempo que sus padres, es un misterio que nunca se aclarará y las novelas pueden especular libremente.
- ¿Qué hubiera pasado en Rusia de haber mantenido el sistema monárquico?
- Con la revolución, Rusia se convirtió en un país todavía más autocrático, como también lo es ahora y lo ha sido casi siempre, con la excepción del período de Mijaíl Gorbachev. La URSS trató a la gente peor que los zares.
- Usted subraya las relaciones familiares entre las monarquías europeas...
- Fíjese que las tres grandes figuras de la primera guerra mundial eran todos primos: el kaiser Guillermo, el zar y el rey de Inglaterra. Si hubieran solucionado sus disputas familiares de otro modo, no hubiera muerto tantísima gente. Esta novela la ha escrito en Rusia, viviendo en los escenarios de los hechos. Es más apropiado vivir en el lugar de los hechos. Si necesitas describir un palacio y puedes ir a visitarlo, el resultado es mucho mejor. Es un método que repetiré... ahora que me lo puedo permitir.
- Su historia de que lo dejó todo para escribir ¿es cierta o una exageración de algún departamento de marketing?
- ¡Es totalmente cierta! En 24 horas cambié toda mi vida. Me di cuenta de que quería ser escritor a tiempo completo, me fui al pub con los empleados de la librería donde trabajaba, les dejé las llaves y huí a la playa, alquilé una casita y me puse a escribir durante un año, encerrado, sin hablar con nadie.
- "Siendo tan vendido, seguro que escribe de forma sencilla", le deben de decir todavía algunos...
- No hay contradicción entre vender mucho y la calidad literaria. Autores como John Irving o Philip Roth, ejemplos de excelencia narrativa, colocan sus novelas en los números uno cada vez que sacan una novedad. Ahora, en Irlanda, el libro más vendido del 2008 ha sido el último de Colm Tóibín. Cuando escribo sólo pienso en hacer un buen libro, no en vender mucho o en tener buenas críticas. Son cosas que me gustan pero no pienso en ellas.
- Del pijama algunos han dicho que no retrata con suficiente crudeza el holocausto...
- El final sí es muy cruel. No es una descripción gráfica del horror y la violencia no se muestra en cada página. Pero creo que así el efecto es todavía más horroroso.
- ¿Cómo es un día normal en su vida?
- Suena el despertador a las 6,20 h, me siento en el escritorio a las 7.30 h, trabajo en mi novela hasta mediodía y el resto de la jornada hago mis cosas: leer, cocinar, tocar la guitarra, pasear...
- ¿Cómo es posible que todavía haya cuatro novelas inéditas suyas en castellano y catalán?
- Ésa es una pregunta para las editoriales. Ya estamos contratando algunas de ellas. Yo no abjuro de ellas, las defiendo completamente. No son novelas primerizas, The fieth of time (2000) es muy importante, contiene ya temas que me interesan mucho.
- ¿Qué escribe ahora?
- Un cuento de hadas dirigido al público juvenil, aunque lo podrán leer los adultos también, espero.
"La Rusia zarista no ha sido casi tratada por los escritores contemporáneos".
Lleva camisa a rayas, como un guiño al título que lo catapultó a la estratosfera de los best sellers mundiales. El niño con el pijama de rayas, publicado por primera vez en el 2006, acumula ya cinco millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Pero Boyne es un autor suficientemente ambicioso como para no estancarse en un título y ha decidido ir creciendo como escritor. Tras aquel pijama llegó Motín en la Bounty (2008) y, ahora, La casa del propósito especial, que publican Salamandra en castellano y Empúries en catalán. En esta novela, un anciano visita a su esposa enferma en un hospital londinense y rememora su vida como servidor del último zar de Rusia, Nicolás II, y su familia.
- Su suerte en el mundo editorial cambió a raíz de su encuentro con el mítico editor de Oxford David Fickling, ¿no?
- Había publicado ya tres novelas, yo admiraba a Fickling, el descubridor de autores com Philip Pullman o Mark Haddon, así que le envié el manuscrito de El niño con el pijama de rayas y viajé a Oxford para comentarlo con él. Yo estaba muy nervioso, sudaba... Estuve hablando con él en su despacho durante dos interminables horas, mareando la perdiz... sin que él acabara de pronunciarse, me iba haciendo una pregunta tras otra. Me hizo sentir inseguro, pero al final me confesó que todo aquello era para impresionarme. Yo sabía que si él me lo publicaba es que el libro era muy bueno, porque sentía dentro de mí que aquel libro era o fantástico o terrible, una de las dos opciones... pero no sabía cuál.
- Esta novela es muy diferente a las suyas anteriores, más compleja, como si subiera un peldaño en su exigencia literaria. ¿Es así?
- El pijama cambió mi carrera y mi vida. Pero fue el primer escalón del camino para convertirme en el escritor que quiero ser. Sí, este libro es un progeso en mi carrera, señala la ambición que quiero tener. Quiero ser un novelista más maduro. Aquí he puesto muchísima atención en el lenguaje, en las frases, en los personajes... todo está mucho más cuidado, he escrito ya siete novelas y soy un narrador más experimentado. No es un accidente que el narrador tenga 80 años, quería alguien con toda esa experiencia acumulada.
- ¿Le ha pesado la tradición narrativa rusa?
- Lo primero que pensé es que la época histórica que describo no ha sido casi tratada por los escritores contemporáneos, así que, en realidad, se me aparecía como un campo virgen. He sido, ciertamente, muy influenciado por Tolstói, en especial por Anna Karénina, porque este libro mío es, también, una historia de amor. Quería toda esa nieve, esos carruajes... no me intimidaba la tradición, me estimulaba. ¿Por qué dejar este tema solamente a los escritores del XIX?
- También es la historia de un matrimonio...
- Es una historia de amor a lo largo de 60 años de unidad, ellos siguen ahí, juntos, tras todos esos tiempos difíciles y se quieren y son una roca el uno para el otro. A veces están lejos porque ella no asume el pasado.
- Es también una novela de crecimiento...
- Sí, cada vez el personaje va acumulando más experiencia y, de hecho, cuando habla él de chico en San Petersburgo, la voz de ese narrador es la del escritor que yo he sido hasta ahora; y cuando es el anciano el que narra se escucha al escritor que quiero ser en el futuro. Yo también paso de escritor joven a escritor maduro en esta obra.
- ¿Por qué la caída de los zares?
- Buscaba un momento dramático, épico, dos mundos en tránsito que fueran en paralelo a la conversión de niño a hombre del narrador.
- El clímax de la ejecución de los Romanov se inspira en algo, ¿verdad?
- Cuando era adolescente, en unas vacaciones en casa de mis abuelos, me encontré con la biografía de Nicolás y Alejandra, no sabía nada de historia pero devoré ese volumen como si se tratara de una novela. Y sí, el pasaje de la ejecución me marcó.
- Aparecen el zar, Rasputín y otros personajes reales. ¿Qué porcentaje de ficción ha añadido en sus personalidades?
- He estudiado mucho cómo eran y me he formado mi propia idea a partir de los datos. Creo sinceramente que debían de ser así, no les añado cualidades.
- Pero el zar no era tan buen padre, dicen algunos...
- Hasta donde yo puedo comprender, sí lo era. Los zares se esforzaron por tener una familia unida, eran muy cariñosos, se llevaban a su hijo como acompañante a todos los sitios. Eran buenos padres, en el contexto de su época y del cargo que ostentaban.
- ¿Y qué hay de la princesa Anastasia? ¿Qué le pasó realmente? ¿Cree que consiguió huir?
- Probablemente murió al mismo tiempo que sus padres, es un misterio que nunca se aclarará y las novelas pueden especular libremente.
- ¿Qué hubiera pasado en Rusia de haber mantenido el sistema monárquico?
- Con la revolución, Rusia se convirtió en un país todavía más autocrático, como también lo es ahora y lo ha sido casi siempre, con la excepción del período de Mijaíl Gorbachev. La URSS trató a la gente peor que los zares.
- Usted subraya las relaciones familiares entre las monarquías europeas...
- Fíjese que las tres grandes figuras de la primera guerra mundial eran todos primos: el kaiser Guillermo, el zar y el rey de Inglaterra. Si hubieran solucionado sus disputas familiares de otro modo, no hubiera muerto tantísima gente. Esta novela la ha escrito en Rusia, viviendo en los escenarios de los hechos. Es más apropiado vivir en el lugar de los hechos. Si necesitas describir un palacio y puedes ir a visitarlo, el resultado es mucho mejor. Es un método que repetiré... ahora que me lo puedo permitir.
- Su historia de que lo dejó todo para escribir ¿es cierta o una exageración de algún departamento de marketing?
- ¡Es totalmente cierta! En 24 horas cambié toda mi vida. Me di cuenta de que quería ser escritor a tiempo completo, me fui al pub con los empleados de la librería donde trabajaba, les dejé las llaves y huí a la playa, alquilé una casita y me puse a escribir durante un año, encerrado, sin hablar con nadie.
- "Siendo tan vendido, seguro que escribe de forma sencilla", le deben de decir todavía algunos...
- No hay contradicción entre vender mucho y la calidad literaria. Autores como John Irving o Philip Roth, ejemplos de excelencia narrativa, colocan sus novelas en los números uno cada vez que sacan una novedad. Ahora, en Irlanda, el libro más vendido del 2008 ha sido el último de Colm Tóibín. Cuando escribo sólo pienso en hacer un buen libro, no en vender mucho o en tener buenas críticas. Son cosas que me gustan pero no pienso en ellas.
- Del pijama algunos han dicho que no retrata con suficiente crudeza el holocausto...
- El final sí es muy cruel. No es una descripción gráfica del horror y la violencia no se muestra en cada página. Pero creo que así el efecto es todavía más horroroso.
- ¿Cómo es un día normal en su vida?
- Suena el despertador a las 6,20 h, me siento en el escritorio a las 7.30 h, trabajo en mi novela hasta mediodía y el resto de la jornada hago mis cosas: leer, cocinar, tocar la guitarra, pasear...
- ¿Cómo es posible que todavía haya cuatro novelas inéditas suyas en castellano y catalán?
- Ésa es una pregunta para las editoriales. Ya estamos contratando algunas de ellas. Yo no abjuro de ellas, las defiendo completamente. No son novelas primerizas, The fieth of time (2000) es muy importante, contiene ya temas que me interesan mucho.
- ¿Qué escribe ahora?
- Un cuento de hadas dirigido al público juvenil, aunque lo podrán leer los adultos también, espero.
lunes, 24 de agosto de 2009
Disparidad (Rosa Regàs)
Disparidad (Rosa Regàs - elcorreodigital.com)
El Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba ha publicado un libro extraordinariamente instructivo y sugerente: 'La novela femenil y sus lectrices. La desvalorización de las mujeres y lo femenino en la crítica literaria española actual', de Laura Freixas.
A grandes rasgos, su tesis es que en literatura a los hombres se los juzga por la calidad de su obra y a las mujeres sólo por sus actitudes. Y yo añado, a no ser que estén muertas, y aun sólo unas pocas, como Carmen Martín Gaite o Mercè Rodoreda. Años se ha tardado en reconocer la calidad de la obra de Ana María Matute si se compara su prestigio con el de decenas de hombres famosos que no le llegan ni a la suela del zapato.
Laura Freixas expone con ejemplos lo que ocurre en nuestro país, donde los hombres se leen y se corean entre sí mientras el trabajo de la mujer se toma como un capricho insustancial que se le permite y por lo que debería sentirse satisfecha. Y menos mal que las mujeres leen también libros de hombres, porque si se limitaran a leer sólo los de mujeres como hacen ellos, que en general solo leen a otros hombres, ni siquiera contarían como lectoras.
Reducida a estadísticas, la relación entre hombres y mujeres resulta escandalosa y escalofriante en los premios literarios, oficiales o no, en los sillones de las reales academias, en las cantidades que cobran por charlas, congresos y conferencias, en la importancia que se les concede en los libros de texto y de investigación y en las distintas varas de medir con que se juzga su idea del amor, del dolor o de la desesperación.
Claro que lo mismo ocurre en todos los órdenes de la vida. Por ejemplo, en política. La prensa ataca o ensalza a un político por sus hechos y por su obra, pero cuando se trata de una mujer sólo cuenta su actitud, su forma de vestir, el tono de voz, su simpatía o su radicalismo. ¿Quién se ha metido con la voz de tiple y el verbo elemental de Camps? ¿Y quién no lo ha hecho con el traje que la ministra de Defensa vistió el día del desfile de las Fuerzas Armadas, obviando su trabajo y su honestidad? En esto derechas e izquierdas son casi iguales, todo hay que decirlo.
El libro de Laura es contundente y convincente, pero apuesto a que más de un crítico, si repara en él, que lo dudo, la acusará, al menos 'in mente', de estructurar su pensamiento sobre tópicos. Y es que no hay remedio en un país tan poco machista como el nuestro.
El Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba ha publicado un libro extraordinariamente instructivo y sugerente: 'La novela femenil y sus lectrices. La desvalorización de las mujeres y lo femenino en la crítica literaria española actual', de Laura Freixas.
A grandes rasgos, su tesis es que en literatura a los hombres se los juzga por la calidad de su obra y a las mujeres sólo por sus actitudes. Y yo añado, a no ser que estén muertas, y aun sólo unas pocas, como Carmen Martín Gaite o Mercè Rodoreda. Años se ha tardado en reconocer la calidad de la obra de Ana María Matute si se compara su prestigio con el de decenas de hombres famosos que no le llegan ni a la suela del zapato.
Laura Freixas expone con ejemplos lo que ocurre en nuestro país, donde los hombres se leen y se corean entre sí mientras el trabajo de la mujer se toma como un capricho insustancial que se le permite y por lo que debería sentirse satisfecha. Y menos mal que las mujeres leen también libros de hombres, porque si se limitaran a leer sólo los de mujeres como hacen ellos, que en general solo leen a otros hombres, ni siquiera contarían como lectoras.
Reducida a estadísticas, la relación entre hombres y mujeres resulta escandalosa y escalofriante en los premios literarios, oficiales o no, en los sillones de las reales academias, en las cantidades que cobran por charlas, congresos y conferencias, en la importancia que se les concede en los libros de texto y de investigación y en las distintas varas de medir con que se juzga su idea del amor, del dolor o de la desesperación.
Claro que lo mismo ocurre en todos los órdenes de la vida. Por ejemplo, en política. La prensa ataca o ensalza a un político por sus hechos y por su obra, pero cuando se trata de una mujer sólo cuenta su actitud, su forma de vestir, el tono de voz, su simpatía o su radicalismo. ¿Quién se ha metido con la voz de tiple y el verbo elemental de Camps? ¿Y quién no lo ha hecho con el traje que la ministra de Defensa vistió el día del desfile de las Fuerzas Armadas, obviando su trabajo y su honestidad? En esto derechas e izquierdas son casi iguales, todo hay que decirlo.
El libro de Laura es contundente y convincente, pero apuesto a que más de un crítico, si repara en él, que lo dudo, la acusará, al menos 'in mente', de estructurar su pensamiento sobre tópicos. Y es que no hay remedio en un país tan poco machista como el nuestro.
Luis García Montero: "Escribo poesía porque me horrorizan los dogmas"
Luis García Montero: "Escribo poesía porque me horrorizan los dogmas" (María S. Nieto - lavozdigital.es)
–¿Por qué Rota, Luis?
–Me gusta poco la playa y cuando mi mujer quiso buscar un sitio de veraneo le dije que a parte de playa, me convenía tener un buen amigo cerca con el que tomar copas. Vengo aquí porque es el pueblo de Benítez-Reyes. Él me arrastró a mí y detrás nuestra han ido viniendo otros amigos como Benjamín Prado, Ángeles Aguilera, Sabina...
–Para las tardes de verano, ¿Una buena novela o una caña con los amigos?
–Elegiría una buena novela, porque con los amigos siempre podría quedar para tomar una copa por la noche.
–¿Para quién escribe poesía?
–Escribo poesía pensando en un lector ideal. Escribir es inventarse lectores. El lector que yo pretendo crear es alguien que pide tiempo necesario para huir de los dogmas. Escribo poesía porque me horrorizan los dogmas.
–¿Su poesía no tiene prejuicios?
–Trabajar es quitar prejuicios. Todos tenemos prejuicios. Por eso se empieza a escribir con una papelera al lado. Y vamos tirando papeles sucios...
–Decía Juan José Téllez que siempre que escribe poesía se ahorra tiempo en psiquiatras...
–Ríe–. No siempre. Creo que la psiquiatría es el único negocio donde el cliente no tiene la razón. La poesía no sustituye a la psiquiatría porque es un esfuerzo por hacernos dueños de nuestras propias razones.
–¿Cuál es el mejor libro que ha leído?
–Como me resulta tan difícil elegir desde un punto de vista literario, voy a elegir desde un punto de vista humano. Una novela de Almudena Grandes: Atlas de Geografía Humana.
–¿Y el peor?
–El 80% de las mañanas pienso que los peores libros son los que escribo yo.
–Usted dijo que Almudena era su «amor secreto».
–Sí, es muy conocida mi relación con Almudena, mi amor por Almudena... Y, sin embargo, lo que hay entre nosotros va más allá de lo que conoce la gente o lo que hay en la literatura. Pesan más en mí los secretos que tenemos que lo que se sabe de nosotros.
–¿Qué echa de menos del amigo Ángel González?
–Mucho. Ángel sabía escuchar, sabía mirar. Era capaz de comprender y dar buenos consejos. Echo de menos su presencia diaria.
–¿Algún vicio mundano?
–He dejado de fumar y bebo mucho menos. Mi vicio más preocupante son los años.
–¿Por qué Rota, Luis?
–Me gusta poco la playa y cuando mi mujer quiso buscar un sitio de veraneo le dije que a parte de playa, me convenía tener un buen amigo cerca con el que tomar copas. Vengo aquí porque es el pueblo de Benítez-Reyes. Él me arrastró a mí y detrás nuestra han ido viniendo otros amigos como Benjamín Prado, Ángeles Aguilera, Sabina...
–Para las tardes de verano, ¿Una buena novela o una caña con los amigos?
–Elegiría una buena novela, porque con los amigos siempre podría quedar para tomar una copa por la noche.
–¿Para quién escribe poesía?
–Escribo poesía pensando en un lector ideal. Escribir es inventarse lectores. El lector que yo pretendo crear es alguien que pide tiempo necesario para huir de los dogmas. Escribo poesía porque me horrorizan los dogmas.
–¿Su poesía no tiene prejuicios?
–Trabajar es quitar prejuicios. Todos tenemos prejuicios. Por eso se empieza a escribir con una papelera al lado. Y vamos tirando papeles sucios...
–Decía Juan José Téllez que siempre que escribe poesía se ahorra tiempo en psiquiatras...
–Ríe–. No siempre. Creo que la psiquiatría es el único negocio donde el cliente no tiene la razón. La poesía no sustituye a la psiquiatría porque es un esfuerzo por hacernos dueños de nuestras propias razones.
–¿Cuál es el mejor libro que ha leído?
–Como me resulta tan difícil elegir desde un punto de vista literario, voy a elegir desde un punto de vista humano. Una novela de Almudena Grandes: Atlas de Geografía Humana.
–¿Y el peor?
–El 80% de las mañanas pienso que los peores libros son los que escribo yo.
–Usted dijo que Almudena era su «amor secreto».
–Sí, es muy conocida mi relación con Almudena, mi amor por Almudena... Y, sin embargo, lo que hay entre nosotros va más allá de lo que conoce la gente o lo que hay en la literatura. Pesan más en mí los secretos que tenemos que lo que se sabe de nosotros.
–¿Qué echa de menos del amigo Ángel González?
–Mucho. Ángel sabía escuchar, sabía mirar. Era capaz de comprender y dar buenos consejos. Echo de menos su presencia diaria.
–¿Algún vicio mundano?
–He dejado de fumar y bebo mucho menos. Mi vicio más preocupante son los años.
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domingo, 2 de agosto de 2009
Cristina Peri Rossi y Carles Alvarez - «En la escritura de Cortázar el lector siempre percibe una actitud moral»
Cristina Peri Rossi y Carles Alvarez - «En la escritura de Cortázar el lector siempre percibe una actitud moral» (Guillermo Balbona - eldiariomontanes.es)
Cristina Peri Rossi y Carles Alvarez destacan la significativa aportación del humor del autor de 'Rayuela', y la posición ética del hombre «discreto, íntimo e inteligente»
Quienes comparten «la pasión del goce lector y el conocimiento profundo» del autor de 'Rayuela' saben que todavía existen algunos inéditos de Cortázar. Por ejemplo, a la poeta, narradora y ensayista Cristina Peri Rossi le brillan sus ojos cuando recuerda que posee un cuento del autor argentino que aún no ha visto la luz. Pero los fieles «cortazarianos» también creen que ya no caben descubrimientos especiales salvo sorpresa mayúscula. Con una excepción: La edición ampliada de la Correspondencia en la que se trabaja ya y cuya aparición, aún sin fecha, revelará nuevos territorios del Cortázar más privado, «ese que nunca hablaba de su vida y que hizo de la privacidad una obra de arte».
Peri Rossi y el crítico Carles Alvarez, artífice de la edición de los 'Papeles inesperados' de Cortázar, voluminosa colección de textos hallados por azar, que vio la luz recientemente, trazaron ayer en la tribuna de los Martes Literarios -que se vio obligada al cambio de escenario (Paraninfo de las Llamas) por necesidades de programación de la UIMP- un itinerario de devociones e identidades en torno al autor de 'La vuelta al día en ochenta mundos'.
Cortázar, «el escritor eternamente joven», como recordó la poeta de 'Cosmoagonías', era «un símbolo que representó la revolución, aportó el toque de contemporaneidad, la actitud antiautoritaria, antisolemne, y con su reivindicación y uso del humor le hizo un gran bien a la literatura en castellano que a veces pecaba de solemnidad». Su rechazo a las «normas académicas, el hecho de que cambiara lo universitario y lo establecido le convirtieron en un símbolo para la Generación del 68 en América Latina, mientras la relación especial que creaba con el lector se fundamentaba en su forma de escribir».
La autora de 'El amor es una droga dura' destacó que para Cortázar la escritura era «una forma de ética y no un negocio. El lector siempre percibe en él una actitud moral». Peri Rossi subrayó su «sobriedad, su carencia de frivolidades y su posición ética».
Carles Álvarez, que coincidió en la radiografía, definió a Julio Cortázar como un autor bohemio, que nunca aceptaba encargos, ni siquiera cuando trabajó en el servicio de 'grandes firmas' de la agencia Efe. Ambos apuntaron que Cortázar «podía permitirse el lujo de no escribir según demandas», porque su economía no buscaba el fruto del éxito constante ni la dependencia de la literatura.
El autor argentino pensaba que «el tiempo no es dinero, es la vida y que la vida es el tiempo que no sabemos que tenemos». Como dice Caballero Bonald, recordó la autora uruguaya, «el tiempo es lo que nos queda».
¿Qué hubiera escrito ahora Julio Cortázar si estuviera vivo? El interrogante es tan abierto y desafiante para cualquier lector cortazariano, como arriesgado y lúdico para un amigo de cábalas.
La poeta Cristina Peri Rossi, cuya querencia por el autor de 'Rayuela' es más profunda que la del admirador lector, dado que la amistad proporcionó otros cauces de conocimiento, se dijo a sí misma en un primer momento que Cortázar probablemente no escribiría nada.
- Profundidad.
Pero después, de manera coincidente con el crítico Carles Alvarez, consideró que Cortázar «habría seguido en sus escritos un camino de profundización en la psicología de las relaciones humanas». La autora de 'Estado de exilio' subrayó que Cortázar encarna perfectamente esas situaciones en que «la vida de un escritor y su literatura están hermanadas». Peri Rossi fue más lejos: «No hay nada que haya escrito Cortázar que no haya partido del deseo de escribirlo».
Del autor de 'Bestiario', «modelo número uno y por excelencia de los talleres literarios, autor hiperimitado», Peri Rossi subrayó que «era como escribía; la antítesis del escritor profesional, alejado de lo mediático si no era para expresar opiniones políticas, y cuyo compromiso radicaba en su relación de identidad entre lo que decía y lo que escribía».
Álvarez, a propósito de 'Papeles inesperados', «una publicación muy valiosa que hace regresar a Cortázar a través de 'cortázares pequeños' y que está destinada a quien conoce su obra y participa de ese 'escritor-contraseña'», se mostró convencido que la fidelidad al autor de 'Todos los fuegos el fuego' componen un «secta transnacional integrada por lectores heroicos que son esos que quieren leerlo todo». Álvarez dijo que «pocas sorpresas pueden quedar de un escritor que tiene 37 libros».
No obstante, Peri Rossi se refirió a los 'papeles inesperados', como un «tesoro», y entre ellos destacó el cuento 'Ciao Verona', porque con él el escritor «rompe con su estilo e inicia esa profundización en las relaciones humanas».
Lo importante, coincidieron ambos, es que «volvemos a estar con él», ese vínculo de complicidad que el escritor argentino mantiene con sus lectores como de «hermano, de amigo, algo muy especial».
En lo humano, la autora de 'Estrategias del deseo' subrayó el perfil del «escritor discreto, íntimo e inteligente que siempre apostó en su escritura por las rupturas y transmitió libertad».
Carles Alvarez, que abordará la biografía de Cortázar, destacó la devoción que en Argentina se siente por el autor desaparecido hace 25 años y la reacción provocada por la aparición de sus textos 'inesperados. A su juicio, «Cortázar siempre será ese autor al que si se da a leer a los jóvenes en los institutos nunca se le odia».
Cristina Peri Rossi y Carles Alvarez destacan la significativa aportación del humor del autor de 'Rayuela', y la posición ética del hombre «discreto, íntimo e inteligente»
Quienes comparten «la pasión del goce lector y el conocimiento profundo» del autor de 'Rayuela' saben que todavía existen algunos inéditos de Cortázar. Por ejemplo, a la poeta, narradora y ensayista Cristina Peri Rossi le brillan sus ojos cuando recuerda que posee un cuento del autor argentino que aún no ha visto la luz. Pero los fieles «cortazarianos» también creen que ya no caben descubrimientos especiales salvo sorpresa mayúscula. Con una excepción: La edición ampliada de la Correspondencia en la que se trabaja ya y cuya aparición, aún sin fecha, revelará nuevos territorios del Cortázar más privado, «ese que nunca hablaba de su vida y que hizo de la privacidad una obra de arte».
Peri Rossi y el crítico Carles Alvarez, artífice de la edición de los 'Papeles inesperados' de Cortázar, voluminosa colección de textos hallados por azar, que vio la luz recientemente, trazaron ayer en la tribuna de los Martes Literarios -que se vio obligada al cambio de escenario (Paraninfo de las Llamas) por necesidades de programación de la UIMP- un itinerario de devociones e identidades en torno al autor de 'La vuelta al día en ochenta mundos'.
Cortázar, «el escritor eternamente joven», como recordó la poeta de 'Cosmoagonías', era «un símbolo que representó la revolución, aportó el toque de contemporaneidad, la actitud antiautoritaria, antisolemne, y con su reivindicación y uso del humor le hizo un gran bien a la literatura en castellano que a veces pecaba de solemnidad». Su rechazo a las «normas académicas, el hecho de que cambiara lo universitario y lo establecido le convirtieron en un símbolo para la Generación del 68 en América Latina, mientras la relación especial que creaba con el lector se fundamentaba en su forma de escribir».
La autora de 'El amor es una droga dura' destacó que para Cortázar la escritura era «una forma de ética y no un negocio. El lector siempre percibe en él una actitud moral». Peri Rossi subrayó su «sobriedad, su carencia de frivolidades y su posición ética».
Carles Álvarez, que coincidió en la radiografía, definió a Julio Cortázar como un autor bohemio, que nunca aceptaba encargos, ni siquiera cuando trabajó en el servicio de 'grandes firmas' de la agencia Efe. Ambos apuntaron que Cortázar «podía permitirse el lujo de no escribir según demandas», porque su economía no buscaba el fruto del éxito constante ni la dependencia de la literatura.
El autor argentino pensaba que «el tiempo no es dinero, es la vida y que la vida es el tiempo que no sabemos que tenemos». Como dice Caballero Bonald, recordó la autora uruguaya, «el tiempo es lo que nos queda».
¿Qué hubiera escrito ahora Julio Cortázar si estuviera vivo? El interrogante es tan abierto y desafiante para cualquier lector cortazariano, como arriesgado y lúdico para un amigo de cábalas.
La poeta Cristina Peri Rossi, cuya querencia por el autor de 'Rayuela' es más profunda que la del admirador lector, dado que la amistad proporcionó otros cauces de conocimiento, se dijo a sí misma en un primer momento que Cortázar probablemente no escribiría nada.
- Profundidad.
Pero después, de manera coincidente con el crítico Carles Alvarez, consideró que Cortázar «habría seguido en sus escritos un camino de profundización en la psicología de las relaciones humanas». La autora de 'Estado de exilio' subrayó que Cortázar encarna perfectamente esas situaciones en que «la vida de un escritor y su literatura están hermanadas». Peri Rossi fue más lejos: «No hay nada que haya escrito Cortázar que no haya partido del deseo de escribirlo».
Del autor de 'Bestiario', «modelo número uno y por excelencia de los talleres literarios, autor hiperimitado», Peri Rossi subrayó que «era como escribía; la antítesis del escritor profesional, alejado de lo mediático si no era para expresar opiniones políticas, y cuyo compromiso radicaba en su relación de identidad entre lo que decía y lo que escribía».
Álvarez, a propósito de 'Papeles inesperados', «una publicación muy valiosa que hace regresar a Cortázar a través de 'cortázares pequeños' y que está destinada a quien conoce su obra y participa de ese 'escritor-contraseña'», se mostró convencido que la fidelidad al autor de 'Todos los fuegos el fuego' componen un «secta transnacional integrada por lectores heroicos que son esos que quieren leerlo todo». Álvarez dijo que «pocas sorpresas pueden quedar de un escritor que tiene 37 libros».
No obstante, Peri Rossi se refirió a los 'papeles inesperados', como un «tesoro», y entre ellos destacó el cuento 'Ciao Verona', porque con él el escritor «rompe con su estilo e inicia esa profundización en las relaciones humanas».
Lo importante, coincidieron ambos, es que «volvemos a estar con él», ese vínculo de complicidad que el escritor argentino mantiene con sus lectores como de «hermano, de amigo, algo muy especial».
En lo humano, la autora de 'Estrategias del deseo' subrayó el perfil del «escritor discreto, íntimo e inteligente que siempre apostó en su escritura por las rupturas y transmitió libertad».
Carles Alvarez, que abordará la biografía de Cortázar, destacó la devoción que en Argentina se siente por el autor desaparecido hace 25 años y la reacción provocada por la aparición de sus textos 'inesperados. A su juicio, «Cortázar siempre será ese autor al que si se da a leer a los jóvenes en los institutos nunca se le odia».
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miércoles, 29 de julio de 2009
Santiago Tejedor - "¿Dónde estás Guevara?", un nuevo libro sobre un hombre llamado "el Che"
"¿Dónde estás Guevara?", un nuevo libro sobre un hombre llamado "el Che" (efe - lainformacion.com)
"¿Dónde estás Guevara?" es el título de un nuevo libro sobre la figura del mítico guerrillero, en el que su autor, el doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Santiago Tejedor, recoge el testimonio de personas hasta ahora anónimas que conocieron al Che Guevara.
Hablan músicos, taxistas, sacerdotes orishas, periodistas, un vigilante de seguridad y algunos guerrilleros, entre otras muchas personas.
El resultado es "una búsqueda convertida en viaje, o mejor, un viaje en busca de una persona", según afirma a EFE el autor del libro, natural de Valencia, coordinador general de Gabinete de Comunicación y Educación de la UAB y uno de los responsables de la Expedición Tahina-Can Bancaja.
"Es un libro escueto, breve y humilde, con el que me alejo del Guevara revolucionario, político, estadista, militar y líder", ha desgranado Tejedor.
El autor de "¿Dónde estás Guevara?", editado por UOC Niberta, ha optado por "hablar" del padre de familia, del marido, del poeta, del escritor, del soñador, "del joven adolescente que anhelaba recorrer el continente americano".
Tejedor ha buscado al "hombre", a Ernesto Guevara de la Serna, huyendo de "El Che".
"Me interesaba conocer y mostrar cómo en las horas muertas de espera en la espesura de Sierra Maestra (Cuba), cuando todos dormían, él, apoyado en un árbol, leía, escribía, soñaba..." ha relatado Tejedor.
"Me interesaban sus cartas de amor a su querida esposa Aleida, el irónico y corrosivo guerrero, en definitiva, aquel Guevara del que se ha dicho y se ha escrito poco, muy poco. Casi nada", ha afirmado.
Tejedor ha optado por subrayar la figura de Ernesto Guevara como referente "para muchos que persiguen y luchan por sus proyectos, sus iniciativas y quimeras difíciles, pero no imposibles".
EL libro presenta, según ha desgranado, una aproximación más humana, cercana y cotidiana a la figura del Che.
Hablan muchos que lo conocieron en vida y explican cómo era ese líder, "a veces temido y otras admirado, que siempre era el último en comer durante la lucha en Sierra Maestra, que se preocupaba por la educación de los guerrilleros y que predicaba con el ejemplo".
Las decenas de entrevistas y encuentros mantenidos por Tejedor con personas hasta ahora anónimas "y otras no tanto" describen a un Guevara que "siempre actuaba según hablaba, que se ofrecía como voluntario, que animaba a seguir o que recordaba en sus cartas a su mujer e hijos".
El libro saca a la luz qué dicen, opinan y piensan personas que coincidieron con El Che, entre las que figuran cinco guerrilleros, una amiga de Aleida March, un santero de La Habana, un legendario periodista que viajó con Guevara a Asia, varios libreros, taxistas, profesores y estudiantes, músicos y hasta un vigilante del mausoleo de Ernesto Guevara, en Santa Clara (Cuba).
A su juicio, la mítica fotografía convertida en poster o plasmada en camisetas como si de una moda se tratara, "y que muchos han criticado, no está tan mal".
"Es, a fin de cuentas, una forma de transmitir de generación en generación la imagen y el legado de Guevara", ha apuntado.
En su opinión, si ese tipo de objetos sirven "para que muchos, algunos o unos pocos jóvenes se interesen por conocer quién fue ese personaje, vale la pena".
Con el siglo XXI ya en marcha, Tejedor ha manifestado que "aún se puede y se debe hablar de la figura del Che y de su ideología".
"Tenemos muchos que aprender, de sus aciertos, pero también de sus errores", ha añadido Tejedor.
"¿Dónde estás Guevara?" es el título de un nuevo libro sobre la figura del mítico guerrillero, en el que su autor, el doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Santiago Tejedor, recoge el testimonio de personas hasta ahora anónimas que conocieron al Che Guevara.
Hablan músicos, taxistas, sacerdotes orishas, periodistas, un vigilante de seguridad y algunos guerrilleros, entre otras muchas personas.
El resultado es "una búsqueda convertida en viaje, o mejor, un viaje en busca de una persona", según afirma a EFE el autor del libro, natural de Valencia, coordinador general de Gabinete de Comunicación y Educación de la UAB y uno de los responsables de la Expedición Tahina-Can Bancaja.
"Es un libro escueto, breve y humilde, con el que me alejo del Guevara revolucionario, político, estadista, militar y líder", ha desgranado Tejedor.
El autor de "¿Dónde estás Guevara?", editado por UOC Niberta, ha optado por "hablar" del padre de familia, del marido, del poeta, del escritor, del soñador, "del joven adolescente que anhelaba recorrer el continente americano".
Tejedor ha buscado al "hombre", a Ernesto Guevara de la Serna, huyendo de "El Che".
"Me interesaba conocer y mostrar cómo en las horas muertas de espera en la espesura de Sierra Maestra (Cuba), cuando todos dormían, él, apoyado en un árbol, leía, escribía, soñaba..." ha relatado Tejedor.
"Me interesaban sus cartas de amor a su querida esposa Aleida, el irónico y corrosivo guerrero, en definitiva, aquel Guevara del que se ha dicho y se ha escrito poco, muy poco. Casi nada", ha afirmado.
Tejedor ha optado por subrayar la figura de Ernesto Guevara como referente "para muchos que persiguen y luchan por sus proyectos, sus iniciativas y quimeras difíciles, pero no imposibles".
EL libro presenta, según ha desgranado, una aproximación más humana, cercana y cotidiana a la figura del Che.
Hablan muchos que lo conocieron en vida y explican cómo era ese líder, "a veces temido y otras admirado, que siempre era el último en comer durante la lucha en Sierra Maestra, que se preocupaba por la educación de los guerrilleros y que predicaba con el ejemplo".
Las decenas de entrevistas y encuentros mantenidos por Tejedor con personas hasta ahora anónimas "y otras no tanto" describen a un Guevara que "siempre actuaba según hablaba, que se ofrecía como voluntario, que animaba a seguir o que recordaba en sus cartas a su mujer e hijos".
El libro saca a la luz qué dicen, opinan y piensan personas que coincidieron con El Che, entre las que figuran cinco guerrilleros, una amiga de Aleida March, un santero de La Habana, un legendario periodista que viajó con Guevara a Asia, varios libreros, taxistas, profesores y estudiantes, músicos y hasta un vigilante del mausoleo de Ernesto Guevara, en Santa Clara (Cuba).
A su juicio, la mítica fotografía convertida en poster o plasmada en camisetas como si de una moda se tratara, "y que muchos han criticado, no está tan mal".
"Es, a fin de cuentas, una forma de transmitir de generación en generación la imagen y el legado de Guevara", ha apuntado.
En su opinión, si ese tipo de objetos sirven "para que muchos, algunos o unos pocos jóvenes se interesen por conocer quién fue ese personaje, vale la pena".
Con el siglo XXI ya en marcha, Tejedor ha manifestado que "aún se puede y se debe hablar de la figura del Che y de su ideología".
"Tenemos muchos que aprender, de sus aciertos, pero también de sus errores", ha añadido Tejedor.
jueves, 9 de julio de 2009
Jorge Wagensberg - "Yo, lo superfluo y el error". La ciencia y la literatura, dos ficciones con una ilusión común
Jorge Wagensberg - "Yo, lo superfluo y el error". La ciencia y la literatura, dos ficciones con una ilusión común (Peio H. Riaño - publico.es)
Jorge Wagensberg analiza las uniones entre ciencia y literatura en 108 relatos.
Venía de apuntar 747 aforismos en su anterior libro A más cómo, menos por qué y en el nuevo, Yo, lo superfluo y el error, escribe 108 relatos de lo que podría ser el inicio de un nuevo género, que ya se han adelantado en llamar "literatura científica". Porque la intención de estas piezas escritas por Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948), con humor y amargura, es transitar por la frontera que transcurre entre la literatura y la ciencia, y encontrar el genio del autor de la primera y el rigor de la segunda.
"Ciencia y literatura son dos ficciones con una ilusión común: comprender la realidad", escribe Wagensberg en la primera parte del libro, donde ya avisa de que las historias que aparecerán a continuación son testimonios de vida, porque son historias de muerte. Muchas de ellas parecen bocetos tomados al encuentro casual con un fogonazo lúcido, como la titulada La muerte: "Nació hace cuatro años y medio. Llega de la escuela y se encuentra a su abuela muerta. Toma la mano de su madre y dice desde detrás de una cortina de lágrimas: ¿Te quedarás conmigo hasta que acabe de llorar?".
Habla con la precaución de un sabio y la solvencia de un aprendiz; mide cada una de sus palabras y dice a las claras que con la literatura lo mejor que se puede hacer es "eliminar lo superfluo". No quiere sentar cátedra, prefiere que el libro se tome como una opción, como el método para evitar el peligro de contar siempre la misma historia. "Es importante no pelear siempre en el mismo barro. -afirma- Siempre es sano resbalar en el barro".
El éxito está en el fallo
El error, el santo error. Yo, lo superfluo y el error es una propuesta para aventurarse en ese terreno y atreverse a cambiar la visión de lo aprendido, como el cuento de Caperucita roja. "Este cuento no tiene un sentido único, es Caperucita la que seduce al lobo. Esta versión es mucho más verosímil", explica uno de los divulgadores científicos más destacados de España, especialista en termodinámica, matemática, biofísica, microbiología, paleontología...
Propone al escritor que se sacrifique como lo hace el científico cuando se entrega al estricto método del rigor, aunque reconoce que la ciencia no es imprescindible para hacer buena literatura. "Mira Kafka, está lejos de la ciencia porque casi es paranoico y es un grandísimo escritor. Melville como Borges sí es científico. Picasso también lo es, Van Gogh no", cuenta. Todos ellos tenían en común con el científico una cosa, el dominio del lenguaje.
Jorge Wagensberg analiza las uniones entre ciencia y literatura en 108 relatos.
Venía de apuntar 747 aforismos en su anterior libro A más cómo, menos por qué y en el nuevo, Yo, lo superfluo y el error, escribe 108 relatos de lo que podría ser el inicio de un nuevo género, que ya se han adelantado en llamar "literatura científica". Porque la intención de estas piezas escritas por Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948), con humor y amargura, es transitar por la frontera que transcurre entre la literatura y la ciencia, y encontrar el genio del autor de la primera y el rigor de la segunda.
"Ciencia y literatura son dos ficciones con una ilusión común: comprender la realidad", escribe Wagensberg en la primera parte del libro, donde ya avisa de que las historias que aparecerán a continuación son testimonios de vida, porque son historias de muerte. Muchas de ellas parecen bocetos tomados al encuentro casual con un fogonazo lúcido, como la titulada La muerte: "Nació hace cuatro años y medio. Llega de la escuela y se encuentra a su abuela muerta. Toma la mano de su madre y dice desde detrás de una cortina de lágrimas: ¿Te quedarás conmigo hasta que acabe de llorar?".
Habla con la precaución de un sabio y la solvencia de un aprendiz; mide cada una de sus palabras y dice a las claras que con la literatura lo mejor que se puede hacer es "eliminar lo superfluo". No quiere sentar cátedra, prefiere que el libro se tome como una opción, como el método para evitar el peligro de contar siempre la misma historia. "Es importante no pelear siempre en el mismo barro. -afirma- Siempre es sano resbalar en el barro".
El éxito está en el fallo
El error, el santo error. Yo, lo superfluo y el error es una propuesta para aventurarse en ese terreno y atreverse a cambiar la visión de lo aprendido, como el cuento de Caperucita roja. "Este cuento no tiene un sentido único, es Caperucita la que seduce al lobo. Esta versión es mucho más verosímil", explica uno de los divulgadores científicos más destacados de España, especialista en termodinámica, matemática, biofísica, microbiología, paleontología...
Propone al escritor que se sacrifique como lo hace el científico cuando se entrega al estricto método del rigor, aunque reconoce que la ciencia no es imprescindible para hacer buena literatura. "Mira Kafka, está lejos de la ciencia porque casi es paranoico y es un grandísimo escritor. Melville como Borges sí es científico. Picasso también lo es, Van Gogh no", cuenta. Todos ellos tenían en común con el científico una cosa, el dominio del lenguaje.
miércoles, 24 de junio de 2009
“El último viernes”, cuento inédito de Juan Carlos Onetti
“El último viernes”, cuento inédito de Juan Carlos Onetti
Cuento inédito del escritor uruguayo al cumplirse 100 años de su nacimiento.
Con motivo del centenario del nacimiento del escritor uruguayo publicamos un relato inédito que, tras permanecer más de medio siglo oculto, ha sido rescatado por su hija y donado a la Biblioteca Nacional de Uruguay. El cuento -adelantado por la revista cultural Turia en su número especial sobre Onetti- fue escrito por el Premio Cervantes a lápiz, en un cuaderno de tapa dura, cuando vivía en Buenos Aires a principios de los años ‘50, y está acompañado de unos apuntes del autor que podrían indicar su carácter de borrador. “El último viernes” se incluye en el tercer volumen de las Obras Completas (Cuentos, artículos y miscelánea, página 336) que acaba de publicar Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores en coincidencia con el aniversario.
En cuanto lo hicieron pasar, Carner comprendió que aquel viernes iba a ser distinto. Creyó recordar tímidas premoniciones, trató de protegerse despidiéndose de la larga sala de espera que acababa de dejar, de la noche o el día eternos que imponían los tubos fluorescentes, de la humanidad pobre y silenciosa que se rozaba los hombros en los bancos sin respaldo, conservando rígidos los cuerpos durante horas, temiendo que su abandono significara la renuncia a su esperanza.
Se despidió de tantas semejantes, confundibles tardes de viernes que había elegido para visitar a Miller o ya, desinteresadamente, para visitar la Jefatura, atravesar el saludo de policías de uniforme; y perder la noción del tiempo entre los hombres y mujeres que llenaban la sala de espera, sin rostros, sustituibles, tal vez diferenciados en secreto por anécdotas de la desgracia.
Había elegido los viernes porque era su día franco en el diario y porque Hilda lo usaba para ir a la iglesia. Había olvidado la probabilidad de un gran empleo en provincias, y gastaba en paz los viernes oyendo fanfarronear a Miller, fumándole los cigarrillos, midiéndole la miseria, haciéndolo feliz con su atención y aceptándole los billetes doblados que le ponía en la mano al despedirlo.
Comprendió que aquel viernes iba a ser distinto, y acaso el último, porque Miller modificó de manera absoluta la farsa de la recepción y también el papel que le había asignado. No lo esperaba sonriente en el medio de la habitación, pequeño, cordial, gordo, juvenil, alargando los brazos para tomarle una mano y palmearla mientras recitaba con lentitud su discurso de bienvenida y sorpresa, en el que las erres inevitables arrastraban su húmeda blandura. El Miller de aquella tarde estaba sentado detrás del escritorio, fingiendo leer y corregir, en mangas de camisa y sin corbata, sudando apenas en el primer calor de la primavera. “Me va a decir que es inútil que siga viniendo, aunque hace tantos viernes que no hablamos del empleo ni pensamos en él. No va a cumplir con la cuota semanal, no me va a dar un solo peso, justamente hoy, la primera vez que hice planes contando con los billetes colorados”. Carner armó una sonrisa tranquila, indiferente, y estuvo esperando a que el otro lo mirara; dos pisos más abajo, en el patio embaldozado, sonaron botas, culatas, órdenes, removiendo el aire tímido de la tarde que empezaba a declinar, asustando a los insectos que anidaban en las hojas muertas de la victoria regia.
- Siéntate -dijo Miller sin alzar los ojos.
Con calculadora violencia, Carner tiró el sombrero sobre el escritorio y ocupó la silla de brazos. Alzó la tapa de la pesada caja de madera siempre llena de cigarrillos ingleses, tomó uno y la dejó abierta. Tironeó la cadenita del encendedor del escritorio y sopló el humo hacia delante, hacia la cabeza inclinada y redonda, de pelo rubio y escaso. Miller cerró la carpeta de introdujo de nuevo la lapicera en el tintero; miró la caja de cigarrillos abierta y eligió uno.
- Gracias -dijo con ironía y sin sonreir. Lo encendió con un fósforo, recostó la cabeza en el respaldo de cuero del sillón y chupó el cigarrillo, una vez, con los ojos cerrados, sin tragar el humo. Luego abrió los ojos y estuvo examinando la sonrisa de Carner; ya un poco ajada, desprovista de sentido visible.
- ¿Qué te pasa? -preguntó.
- Nada- dijo Carner -Vos sabés que hace años que no me pasa nada, nada que importe de veras. Pero soy feliz, por si vas a preguntarlo. Me cago en todas las cosas. Y en todas las cosas que se te puedan ocurrir. Prontuario de Carner, José, de treinta y un años de edad, casado o viudo, periodista.
Entonces Miller sonrió, pero era la sonrisa dulzona, retrospectiva y deliberadamente nostálgica de las tardes de viernes. “Así debe sonreír cuando un pobre infeliz, sentado en esa silla empieza a mentirle para salvarse. Así, con paciencia y seguro, agradeciendo al Dios de las tribus en que debe seguir creyendo -y si no él, los del padre y del abuelo que le quedaron como rastros de barba- estar en ese lado del escritorio y no en este, y creyendo también que lo merece.
- Apasionado y no del todo exacto -dijo Miller y se inclinó para acercarle un cenicero. -Treinta y dos años. Y la profesión declarada parece no ser la única. No se trata de full-time. Muchas veces hablamos de Hilda, de una mujer llamada Hilda.
- Sí. Muchas veces. Vive conmigo, vivo con ella, vivimos juntos. ¿Qué pasa con ella?
- Poco, nada extraordinario. Hasta llegaría a decirte que no pasa nada si no fuera tu mujer.
- Mi mujer -Carner rehízo su sonrisa, clara, insultante, pero no estaba dirigida a Miller- Nunca tuve, conocí o toqué a una mujer que fuera mi mujer. Hay una pieza de pensión que pagamos a medias, dormimos juntos, suceden con frecuencia momentos que me autorizan a decir sin mentira que vivimos juntos. En uno de ellos pensaba cuando lo dije recién. Puedo contártelo. O tal vez me ordenes que te lo cuente, comisario.
Miller echó la cabeza hacia atrás y contempló al otro desde el respaldo, hizo con los labios una mueca dulce y misteriosa.
- Me impresiona haberlo sabido hoy -dijo- las coincidencias me llenan de sospecha. No traté de averiguarlo, vino solo. ¿Hilda Montes? Libertad 954. El informe dice, sin originalidad, que ejerce la prostitución. Y al parecer el 954 no contiene más que prostitutas y cafishios. Tu casa.
- Vivo ahí. En el F del segundo piso. Hasta te invité, creo, a que fueras una noche. No me importa lo que haga Hilda para ganar dinero. Es decir, no me importa en ningún plano moral. En el plano que cuenta, me interesa, la escucho y a veces le hago preguntas. Tampoco es por razones morales que pago la mitad del alquiler y como de mi dinero. Algunas noches, es cierto, y también por coincidencia en noches de viernes, salimos de paseo y ella paga todos los gastos. Si la quisiera, viviría sin escrúpulos del dinero que gana. Sólo un imbécil, y no lo sos de esa manera, podría creer que exploto a una puta habiéndome mirado una vez el traje, la camisa, los zapatos. Todo esto es ridículo y aburrido. A vos, pienso, debe bastarte con mirarme la cara.
Miller tosió el humo y se puso a reír, nervioso, entornando los ojos, mostrando los blancos dientes de muchacho. Se puso de pie, rodeó la mesa y apoyó una mano en la espalda de Carner.
- Es la maldita coincidencia -dijo -Bendita, si preferís. Ya veremos.
- Sí. Y la coincidencia de que sea éste el primer viernes que vengo a visitarte pensando en los veinte pesos habituales, con un destino concreto para ellos. -La presión de la mano fue sustituida por una palmada; Miller caminó lentamente y acomodó una nalga en la esquina del escritorio. Encendió otro cigarrillo y estuvo mirando con una novedosa curiosidad la cara flaca y oscura de Carner. -Esta coincidencia y la de que Lucía se esté muriendo. Con diez pesos iba a comprar un libro de posturas para mirarlo esta noche con Hilda. Los otros diez los iba a guardar, no por mucho tiempo, según me avisaron, para comprarle flores a Lucía. Esta es la coincidencia de hoy; no es plata el contraste del destino de los dos billetes de diez pesos que esperaba. Recién ahora pienso en eso y me resulta natural, gris, desprovisto de trascendencia.
Sonó un timbre en el escritorio y Miller dijo una palabra sucia.
- Esperá -Fue a ponerse el saco y la corbata, salió por la puerta del fondo, de madera pesada y brillosa, rodeada por el panel trabajado y profundo.
Entonces Carner se apoyó en la mesa y pensó sin amor en el viernes, en el reiterado, escondite idéntico y cambiante viernes que acababa de terminar para siempre.
Cuento inédito del escritor uruguayo al cumplirse 100 años de su nacimiento.
Con motivo del centenario del nacimiento del escritor uruguayo publicamos un relato inédito que, tras permanecer más de medio siglo oculto, ha sido rescatado por su hija y donado a la Biblioteca Nacional de Uruguay. El cuento -adelantado por la revista cultural Turia en su número especial sobre Onetti- fue escrito por el Premio Cervantes a lápiz, en un cuaderno de tapa dura, cuando vivía en Buenos Aires a principios de los años ‘50, y está acompañado de unos apuntes del autor que podrían indicar su carácter de borrador. “El último viernes” se incluye en el tercer volumen de las Obras Completas (Cuentos, artículos y miscelánea, página 336) que acaba de publicar Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores en coincidencia con el aniversario.
En cuanto lo hicieron pasar, Carner comprendió que aquel viernes iba a ser distinto. Creyó recordar tímidas premoniciones, trató de protegerse despidiéndose de la larga sala de espera que acababa de dejar, de la noche o el día eternos que imponían los tubos fluorescentes, de la humanidad pobre y silenciosa que se rozaba los hombros en los bancos sin respaldo, conservando rígidos los cuerpos durante horas, temiendo que su abandono significara la renuncia a su esperanza.
Se despidió de tantas semejantes, confundibles tardes de viernes que había elegido para visitar a Miller o ya, desinteresadamente, para visitar la Jefatura, atravesar el saludo de policías de uniforme; y perder la noción del tiempo entre los hombres y mujeres que llenaban la sala de espera, sin rostros, sustituibles, tal vez diferenciados en secreto por anécdotas de la desgracia.
Había elegido los viernes porque era su día franco en el diario y porque Hilda lo usaba para ir a la iglesia. Había olvidado la probabilidad de un gran empleo en provincias, y gastaba en paz los viernes oyendo fanfarronear a Miller, fumándole los cigarrillos, midiéndole la miseria, haciéndolo feliz con su atención y aceptándole los billetes doblados que le ponía en la mano al despedirlo.
Comprendió que aquel viernes iba a ser distinto, y acaso el último, porque Miller modificó de manera absoluta la farsa de la recepción y también el papel que le había asignado. No lo esperaba sonriente en el medio de la habitación, pequeño, cordial, gordo, juvenil, alargando los brazos para tomarle una mano y palmearla mientras recitaba con lentitud su discurso de bienvenida y sorpresa, en el que las erres inevitables arrastraban su húmeda blandura. El Miller de aquella tarde estaba sentado detrás del escritorio, fingiendo leer y corregir, en mangas de camisa y sin corbata, sudando apenas en el primer calor de la primavera. “Me va a decir que es inútil que siga viniendo, aunque hace tantos viernes que no hablamos del empleo ni pensamos en él. No va a cumplir con la cuota semanal, no me va a dar un solo peso, justamente hoy, la primera vez que hice planes contando con los billetes colorados”. Carner armó una sonrisa tranquila, indiferente, y estuvo esperando a que el otro lo mirara; dos pisos más abajo, en el patio embaldozado, sonaron botas, culatas, órdenes, removiendo el aire tímido de la tarde que empezaba a declinar, asustando a los insectos que anidaban en las hojas muertas de la victoria regia.
- Siéntate -dijo Miller sin alzar los ojos.
Con calculadora violencia, Carner tiró el sombrero sobre el escritorio y ocupó la silla de brazos. Alzó la tapa de la pesada caja de madera siempre llena de cigarrillos ingleses, tomó uno y la dejó abierta. Tironeó la cadenita del encendedor del escritorio y sopló el humo hacia delante, hacia la cabeza inclinada y redonda, de pelo rubio y escaso. Miller cerró la carpeta de introdujo de nuevo la lapicera en el tintero; miró la caja de cigarrillos abierta y eligió uno.
- Gracias -dijo con ironía y sin sonreir. Lo encendió con un fósforo, recostó la cabeza en el respaldo de cuero del sillón y chupó el cigarrillo, una vez, con los ojos cerrados, sin tragar el humo. Luego abrió los ojos y estuvo examinando la sonrisa de Carner; ya un poco ajada, desprovista de sentido visible.
- ¿Qué te pasa? -preguntó.
- Nada- dijo Carner -Vos sabés que hace años que no me pasa nada, nada que importe de veras. Pero soy feliz, por si vas a preguntarlo. Me cago en todas las cosas. Y en todas las cosas que se te puedan ocurrir. Prontuario de Carner, José, de treinta y un años de edad, casado o viudo, periodista.
Entonces Miller sonrió, pero era la sonrisa dulzona, retrospectiva y deliberadamente nostálgica de las tardes de viernes. “Así debe sonreír cuando un pobre infeliz, sentado en esa silla empieza a mentirle para salvarse. Así, con paciencia y seguro, agradeciendo al Dios de las tribus en que debe seguir creyendo -y si no él, los del padre y del abuelo que le quedaron como rastros de barba- estar en ese lado del escritorio y no en este, y creyendo también que lo merece.
- Apasionado y no del todo exacto -dijo Miller y se inclinó para acercarle un cenicero. -Treinta y dos años. Y la profesión declarada parece no ser la única. No se trata de full-time. Muchas veces hablamos de Hilda, de una mujer llamada Hilda.
- Sí. Muchas veces. Vive conmigo, vivo con ella, vivimos juntos. ¿Qué pasa con ella?
- Poco, nada extraordinario. Hasta llegaría a decirte que no pasa nada si no fuera tu mujer.
- Mi mujer -Carner rehízo su sonrisa, clara, insultante, pero no estaba dirigida a Miller- Nunca tuve, conocí o toqué a una mujer que fuera mi mujer. Hay una pieza de pensión que pagamos a medias, dormimos juntos, suceden con frecuencia momentos que me autorizan a decir sin mentira que vivimos juntos. En uno de ellos pensaba cuando lo dije recién. Puedo contártelo. O tal vez me ordenes que te lo cuente, comisario.
Miller echó la cabeza hacia atrás y contempló al otro desde el respaldo, hizo con los labios una mueca dulce y misteriosa.
- Me impresiona haberlo sabido hoy -dijo- las coincidencias me llenan de sospecha. No traté de averiguarlo, vino solo. ¿Hilda Montes? Libertad 954. El informe dice, sin originalidad, que ejerce la prostitución. Y al parecer el 954 no contiene más que prostitutas y cafishios. Tu casa.
- Vivo ahí. En el F del segundo piso. Hasta te invité, creo, a que fueras una noche. No me importa lo que haga Hilda para ganar dinero. Es decir, no me importa en ningún plano moral. En el plano que cuenta, me interesa, la escucho y a veces le hago preguntas. Tampoco es por razones morales que pago la mitad del alquiler y como de mi dinero. Algunas noches, es cierto, y también por coincidencia en noches de viernes, salimos de paseo y ella paga todos los gastos. Si la quisiera, viviría sin escrúpulos del dinero que gana. Sólo un imbécil, y no lo sos de esa manera, podría creer que exploto a una puta habiéndome mirado una vez el traje, la camisa, los zapatos. Todo esto es ridículo y aburrido. A vos, pienso, debe bastarte con mirarme la cara.
Miller tosió el humo y se puso a reír, nervioso, entornando los ojos, mostrando los blancos dientes de muchacho. Se puso de pie, rodeó la mesa y apoyó una mano en la espalda de Carner.
- Es la maldita coincidencia -dijo -Bendita, si preferís. Ya veremos.
- Sí. Y la coincidencia de que sea éste el primer viernes que vengo a visitarte pensando en los veinte pesos habituales, con un destino concreto para ellos. -La presión de la mano fue sustituida por una palmada; Miller caminó lentamente y acomodó una nalga en la esquina del escritorio. Encendió otro cigarrillo y estuvo mirando con una novedosa curiosidad la cara flaca y oscura de Carner. -Esta coincidencia y la de que Lucía se esté muriendo. Con diez pesos iba a comprar un libro de posturas para mirarlo esta noche con Hilda. Los otros diez los iba a guardar, no por mucho tiempo, según me avisaron, para comprarle flores a Lucía. Esta es la coincidencia de hoy; no es plata el contraste del destino de los dos billetes de diez pesos que esperaba. Recién ahora pienso en eso y me resulta natural, gris, desprovisto de trascendencia.
Sonó un timbre en el escritorio y Miller dijo una palabra sucia.
- Esperá -Fue a ponerse el saco y la corbata, salió por la puerta del fondo, de madera pesada y brillosa, rodeada por el panel trabajado y profundo.
Entonces Carner se apoyó en la mesa y pensó sin amor en el viernes, en el reiterado, escondite idéntico y cambiante viernes que acababa de terminar para siempre.
Luis Mateo Díez ("Días del desván"): "La iluminación de lo que escribo reside en la conquista de lo ajeno"
Luis Mateo Díez ("Días del desván"): "La iluminación de lo que escribo reside en la conquista de lo ajeno" (Guillermo Balbona - eldiariomontanes.es)
Luis Mateo Díez, que tras el verano publicará su ambiciosa fábula moral 'El animal piadoso', abre hoy el foro 'Lecciones y maestros' con una reflexión sobre su escritura, titulada 'Un callejón lleno de gente desconocida'.
«Fabulador que cuenta la vida, contador de historias». La narración es el rostro y el espejo de su mirada humana; la fábula, su territorio natural; y la imaginación y la memoria las herramientas cómplices donde este autor prolífico ha cimentado una de las incursiones en el imaginario de la fabulación, los cuentos, la tradición, los espacios de reflexión y lo narrativo más sólidas de la literatura española contemporánea.
La escritura de Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) autor de 'Días del desván', es la protagonista inaugural de la tríada de narradores que configuran, en su tercera edición, las jornadas 'Lecciones y maestros' que, desde hoy y hasta el próximo miércoles, se celebran en Santillana del Mar.
En su profusa y celebrada obra, desde que con 'La fuente de la edad' (1986) obtuviera hace casi 25 años el Premio Nacional de Literatura y el Premio de la Crítica, se hallan fábulas sobre la infancia, ecos de la tradición oral, rastros de la sabiduría de gentes y cosas, lo legendario y lo primigenio, la materia narrativa en estado puro, y las ficciones arquetípicas con diferentes significaciones que han sustentado la arquitectura de este hacedor de un cosmos llamado Celama.
Sobre su participación en el foro de la literatura iberoamericana de la Fundación Santillana y la UIMP, Mateo Díez es consciente que representa un momento de responsabilidad. «El escritor en general y en mi caso desde luego, vive siempre en su soledad y estos requerimientos son como instantes de responsabilidad y una buena oportunidad para el enriquecimiento, para ser testigo uno de su propia creación y para el intercambio en lo vivo».
A su juicio, la tribuna de Santillana supone «un lugar de encuentro que da pie a que los escritores podamos reflexionar sobre nuestra poética y nuestra identidad de narradores a partir del contraste de opiniones y de perfiles diferentes».
La fábula vertebra buena parte del universo literario de Luis Mateo Díez «por sugestiva, por ser un espacio lleno de sugerencias que me permite contar la vida». Para el autor de 'El diablo meridiano', «la iluminación de lo que escribo está en la conquista de lo ajeno. En lo que escribo hay muchas cosas mías pero en realidad no soy yo». El narrador leonés que confiesa rehuir lo autobiográfico, expresa toda una declaración de principios: «al narrar me lo gano todo fuera de casa». El escritor, asiduo a las tribunas culturales y académicas de Cantabria, e integrante del jurado del premio de novela del Gobierno regional, subraya que la tradición de la fábula se sitúa «en la reivindicación, la metáfora y el simbolismo con el que se forja como un contador de historias».
El autor, que clausuró recientemente con 'Los frutos de la niebla' (Alfaguara, 2008) la serie narrativa 'Las fábulas del sentimiento', compuesta por doce novelas cortas, confiesa que tras la ceremonia de su escritura hay «una carrera de lejanía». Luis Mateo Díez está convencido de que su narración está habitada por «huidas, por una lejanía donde está lo extraño, lo ajeno, y en intentar descubrir esa extrañeza» reside el material más valioso que alimenta sus narraciones. Por ello, en su intervención en la Torre Don Borja profundizará en estas sensaciones bajo el significativo epígrafe de 'Un callejón lleno de gente desconocida'.
- «Lectores cómplices».
Antes, su paisano, el novelista y académico José María Merino trazará un itinerario por la ficción de Mateo Díez y, posteriormente, el crítico y profesor de Literatura Española Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, Fernando Valls, moderará la primera mesa redonda de este foro.
Aunque es consciente de que se enfrenta en esta cita a «intérpretes privilegiados» de su obra, Luis Mateo Díez asegura que posee la experiencia de «tener muchos lectores cómplices, lectores que dan la cara y me transmiten el resultado de sus lecturas, cómo les ha afectado ese encuentro en lo narrativo». En cualquier caso, y sobre ello también aprovechará para reflexionar en este foro, el autor no se siente «más aceptado» cuando se convierte en oyente de quienes hablan de su obra. «En realidad no eres tú, pero sí hay una imagen de ti que se ha creado y ese es un personaje, una dimensión de personaje». Desde 'Las estaciones provinciales' a 'La gloria de los niños' Mateo Díez ha elaborado una escritura de prosa reconocible que persigue indagar en el sentido de la vida. Para el narrador, eso que llamamos estilo tiene en su caso una clara determinación: «uno quiere contar algo y sólo hay una manera de hacerlo en el límite de la expresividad y la complejidad».
El autor de 'Fantasmas del invierno' - «antes era más barroco»- sostiene que «el esfuerzo es el de la naturalidad, lo cual no es equivalente a ser sencillo, sino a responder a la necesidad de contar algo. La naturalidad no tiene nada que ver con la sencillez». En su opinión, el límite estaría «en la sugerencia y en la materialización de los personajes». El académico para consolidar un mundo narrativo apela a la «mirada», se define como «gran observador», se siente «deudor del gran imaginario universal» y subraya que «la mirada del escritor es narrativa, contadora».
Infancia, memoria, imaginación...«Te vas dando cuenta de que hay elementos en la mirada que detallan la condición humana. Pero el factor crucial es la fragilidad de mis seres de ficción, el extravío, la extrañeza y, de nuevo, esa lejanía de la que reflexionaré en Santillana».
El escritor leonés, quien se confiesa «autor de autoestima baja, un cazador de piezas que no son mías, de las que no me siento propietario, lo cual me permite aumentar más esa sensación de lejanía», asegura que nunca sacrificaría su forma de vivir la escritura por ser protagonista de fenómenos como el de Stieg Larsson y su Millennium, «aunque me encanta y me fascina».
El autor de 'El paraíso de los mortales' y 'El reino de Celama' dice haberse «resignado a ser un escritor con un mundo amplio, con muchos reclamos para contar». No obstante, tras esa creación prolífica revela su convencimiento de que «existe un tiempo de la escritura», por lo que apuesta por «congelar» sus historias antes de que llegue su proyección definitiva. Tras el verano, el reloj de su ficción marcará una nueva hora: Publica su novela 'El animal piadoso', «una fábula moral y una de las más ambiciosas que he escrito».
Entre «la patria de lo invisible» y el «sustrato de la experiencia», la escritura se enfrenta al «futuro imposible, el presente inasible y el pasado desconocido».
El autor de 'La ruina del cielo', que el pasado verano protagonizó en La Magdalena el ciclo 'El autor y su obra', asegura que «de todas las potencias del alma la memoria es la más narrativa», mientras que «la imaginación proporciona el poder sustancial».
Luis Mateo Díez, que tras el verano publicará su ambiciosa fábula moral 'El animal piadoso', abre hoy el foro 'Lecciones y maestros' con una reflexión sobre su escritura, titulada 'Un callejón lleno de gente desconocida'.
«Fabulador que cuenta la vida, contador de historias». La narración es el rostro y el espejo de su mirada humana; la fábula, su territorio natural; y la imaginación y la memoria las herramientas cómplices donde este autor prolífico ha cimentado una de las incursiones en el imaginario de la fabulación, los cuentos, la tradición, los espacios de reflexión y lo narrativo más sólidas de la literatura española contemporánea.
La escritura de Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) autor de 'Días del desván', es la protagonista inaugural de la tríada de narradores que configuran, en su tercera edición, las jornadas 'Lecciones y maestros' que, desde hoy y hasta el próximo miércoles, se celebran en Santillana del Mar.
En su profusa y celebrada obra, desde que con 'La fuente de la edad' (1986) obtuviera hace casi 25 años el Premio Nacional de Literatura y el Premio de la Crítica, se hallan fábulas sobre la infancia, ecos de la tradición oral, rastros de la sabiduría de gentes y cosas, lo legendario y lo primigenio, la materia narrativa en estado puro, y las ficciones arquetípicas con diferentes significaciones que han sustentado la arquitectura de este hacedor de un cosmos llamado Celama.
Sobre su participación en el foro de la literatura iberoamericana de la Fundación Santillana y la UIMP, Mateo Díez es consciente que representa un momento de responsabilidad. «El escritor en general y en mi caso desde luego, vive siempre en su soledad y estos requerimientos son como instantes de responsabilidad y una buena oportunidad para el enriquecimiento, para ser testigo uno de su propia creación y para el intercambio en lo vivo».
A su juicio, la tribuna de Santillana supone «un lugar de encuentro que da pie a que los escritores podamos reflexionar sobre nuestra poética y nuestra identidad de narradores a partir del contraste de opiniones y de perfiles diferentes».
La fábula vertebra buena parte del universo literario de Luis Mateo Díez «por sugestiva, por ser un espacio lleno de sugerencias que me permite contar la vida». Para el autor de 'El diablo meridiano', «la iluminación de lo que escribo está en la conquista de lo ajeno. En lo que escribo hay muchas cosas mías pero en realidad no soy yo». El narrador leonés que confiesa rehuir lo autobiográfico, expresa toda una declaración de principios: «al narrar me lo gano todo fuera de casa». El escritor, asiduo a las tribunas culturales y académicas de Cantabria, e integrante del jurado del premio de novela del Gobierno regional, subraya que la tradición de la fábula se sitúa «en la reivindicación, la metáfora y el simbolismo con el que se forja como un contador de historias».
El autor, que clausuró recientemente con 'Los frutos de la niebla' (Alfaguara, 2008) la serie narrativa 'Las fábulas del sentimiento', compuesta por doce novelas cortas, confiesa que tras la ceremonia de su escritura hay «una carrera de lejanía». Luis Mateo Díez está convencido de que su narración está habitada por «huidas, por una lejanía donde está lo extraño, lo ajeno, y en intentar descubrir esa extrañeza» reside el material más valioso que alimenta sus narraciones. Por ello, en su intervención en la Torre Don Borja profundizará en estas sensaciones bajo el significativo epígrafe de 'Un callejón lleno de gente desconocida'.
- «Lectores cómplices».
Antes, su paisano, el novelista y académico José María Merino trazará un itinerario por la ficción de Mateo Díez y, posteriormente, el crítico y profesor de Literatura Española Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, Fernando Valls, moderará la primera mesa redonda de este foro.
Aunque es consciente de que se enfrenta en esta cita a «intérpretes privilegiados» de su obra, Luis Mateo Díez asegura que posee la experiencia de «tener muchos lectores cómplices, lectores que dan la cara y me transmiten el resultado de sus lecturas, cómo les ha afectado ese encuentro en lo narrativo». En cualquier caso, y sobre ello también aprovechará para reflexionar en este foro, el autor no se siente «más aceptado» cuando se convierte en oyente de quienes hablan de su obra. «En realidad no eres tú, pero sí hay una imagen de ti que se ha creado y ese es un personaje, una dimensión de personaje». Desde 'Las estaciones provinciales' a 'La gloria de los niños' Mateo Díez ha elaborado una escritura de prosa reconocible que persigue indagar en el sentido de la vida. Para el narrador, eso que llamamos estilo tiene en su caso una clara determinación: «uno quiere contar algo y sólo hay una manera de hacerlo en el límite de la expresividad y la complejidad».
El autor de 'Fantasmas del invierno' - «antes era más barroco»- sostiene que «el esfuerzo es el de la naturalidad, lo cual no es equivalente a ser sencillo, sino a responder a la necesidad de contar algo. La naturalidad no tiene nada que ver con la sencillez». En su opinión, el límite estaría «en la sugerencia y en la materialización de los personajes». El académico para consolidar un mundo narrativo apela a la «mirada», se define como «gran observador», se siente «deudor del gran imaginario universal» y subraya que «la mirada del escritor es narrativa, contadora».
Infancia, memoria, imaginación...«Te vas dando cuenta de que hay elementos en la mirada que detallan la condición humana. Pero el factor crucial es la fragilidad de mis seres de ficción, el extravío, la extrañeza y, de nuevo, esa lejanía de la que reflexionaré en Santillana».
El escritor leonés, quien se confiesa «autor de autoestima baja, un cazador de piezas que no son mías, de las que no me siento propietario, lo cual me permite aumentar más esa sensación de lejanía», asegura que nunca sacrificaría su forma de vivir la escritura por ser protagonista de fenómenos como el de Stieg Larsson y su Millennium, «aunque me encanta y me fascina».
El autor de 'El paraíso de los mortales' y 'El reino de Celama' dice haberse «resignado a ser un escritor con un mundo amplio, con muchos reclamos para contar». No obstante, tras esa creación prolífica revela su convencimiento de que «existe un tiempo de la escritura», por lo que apuesta por «congelar» sus historias antes de que llegue su proyección definitiva. Tras el verano, el reloj de su ficción marcará una nueva hora: Publica su novela 'El animal piadoso', «una fábula moral y una de las más ambiciosas que he escrito».
Entre «la patria de lo invisible» y el «sustrato de la experiencia», la escritura se enfrenta al «futuro imposible, el presente inasible y el pasado desconocido».
El autor de 'La ruina del cielo', que el pasado verano protagonizó en La Magdalena el ciclo 'El autor y su obra', asegura que «de todas las potencias del alma la memoria es la más narrativa», mientras que «la imaginación proporciona el poder sustancial».
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martes, 23 de junio de 2009
Entre dos sombras (Dani R. Moya)
Entre dos sombras (Dani R. Moya - laopiniondegranada.es)
En mayo o junio de 1999, el poeta Javier Egea me regaló un poema que acababa de terminar. Él no me lo dijo, pero Tato Rébora, dueño del bar La Tertulia, me explicó que era el primero que escribía, o al menos que hacía público, en mucho tiempo. Yo le había pedido unas semanas antes a Javier Egea que ofreciera un recital, algo a lo que accedió amablemente. Aquel día leyó algunos de sus poemas más conocidos y celebrados, del libro ´Paseo de los Tristes´. También repasó algunos de sus ´Sonetos del Diente de Oro´, y para terminar, lo hizo con aquel poema que luego me regaló.
"Me desperté de nuevo / entre dos sombras. / No quedaban palabras / en mi memoria". Con esa seguidilla Javier Egea comenzaba un poema conmovedor, inquietante y de algún modo profético de lo que ocurriría después de que a las pocas semanas de leerlo decidiera darse un tiro en la cabeza.
El mes que viene se cumplirán 10 años del fatídico momento en el que Javier Egea no quiso seguir viviendo y por desgracia su poesía, a pesar de ser excepcional, lleva camino de ser una leyenda urbana y permanece oculta en oscuras sombras.
Su heredera resultó ser la compañera sentimental de aquel momento y su albacea un personaje del que poco se sabe. La historia de lo que ha ocurrido con la obra de Javier Egea desde entonces se puede seguir por los titulares de los periódicos, más que en la sección cultural, en la de sucesos, pues a la aparición de parte de sus libros en un chamarilero siguieron capítulos casi dignos de una mala novela policiaca.
Aunque se habló en algún momento de que alguna gran editorial publicaría una antología o la obra completa de Egea, han ido pasando los años y lo único que se ha sabido de la poesía de Javier Egea ha sido alguna edición absolutamente marginal y distorsionada, como la que ayer mismo se presentó, a cargo de los nuevos valedores del poeta, que con sus sorprendentes investigaciones lo utilizan más bien como un arma contra su compañeros de generación.
La difusión de los poemas de Egea tiene que pasar por el certificado de calidad de su albacea, que al parecer es muy exigente, pues desde la Asociación del Diente de Oro, que se creó en memoria de Egea, me cuentan que ni siquiera ellos tienen permiso para nada relacionado con los poemas, por lo que tendrán que cambiar los objetivos de sus estatutos.
Demasiadas sombras perturban hoy la obra de Javier Egea e impiden que vea la luz de la manera que merecería.
Desoladora y cierta parece ahora la última estrofa de aquel último poema de Javier Egea: "Ellas, que me robaron / la luz de un sueño / ya no piden rescate / por mi secuestro".
En mayo o junio de 1999, el poeta Javier Egea me regaló un poema que acababa de terminar. Él no me lo dijo, pero Tato Rébora, dueño del bar La Tertulia, me explicó que era el primero que escribía, o al menos que hacía público, en mucho tiempo. Yo le había pedido unas semanas antes a Javier Egea que ofreciera un recital, algo a lo que accedió amablemente. Aquel día leyó algunos de sus poemas más conocidos y celebrados, del libro ´Paseo de los Tristes´. También repasó algunos de sus ´Sonetos del Diente de Oro´, y para terminar, lo hizo con aquel poema que luego me regaló.
"Me desperté de nuevo / entre dos sombras. / No quedaban palabras / en mi memoria". Con esa seguidilla Javier Egea comenzaba un poema conmovedor, inquietante y de algún modo profético de lo que ocurriría después de que a las pocas semanas de leerlo decidiera darse un tiro en la cabeza.
El mes que viene se cumplirán 10 años del fatídico momento en el que Javier Egea no quiso seguir viviendo y por desgracia su poesía, a pesar de ser excepcional, lleva camino de ser una leyenda urbana y permanece oculta en oscuras sombras.
Su heredera resultó ser la compañera sentimental de aquel momento y su albacea un personaje del que poco se sabe. La historia de lo que ha ocurrido con la obra de Javier Egea desde entonces se puede seguir por los titulares de los periódicos, más que en la sección cultural, en la de sucesos, pues a la aparición de parte de sus libros en un chamarilero siguieron capítulos casi dignos de una mala novela policiaca.
Aunque se habló en algún momento de que alguna gran editorial publicaría una antología o la obra completa de Egea, han ido pasando los años y lo único que se ha sabido de la poesía de Javier Egea ha sido alguna edición absolutamente marginal y distorsionada, como la que ayer mismo se presentó, a cargo de los nuevos valedores del poeta, que con sus sorprendentes investigaciones lo utilizan más bien como un arma contra su compañeros de generación.
La difusión de los poemas de Egea tiene que pasar por el certificado de calidad de su albacea, que al parecer es muy exigente, pues desde la Asociación del Diente de Oro, que se creó en memoria de Egea, me cuentan que ni siquiera ellos tienen permiso para nada relacionado con los poemas, por lo que tendrán que cambiar los objetivos de sus estatutos.
Demasiadas sombras perturban hoy la obra de Javier Egea e impiden que vea la luz de la manera que merecería.
Desoladora y cierta parece ahora la última estrofa de aquel último poema de Javier Egea: "Ellas, que me robaron / la luz de un sueño / ya no piden rescate / por mi secuestro".
domingo, 21 de junio de 2009
¿Por qué nos gusta Millenium?
¿Por qué nos gusta Millenium, la trilogía de Stieg Larsson, si no es para tanto? En medio del pasmo por el fenómeno que se ha desencadenado en el último año y pico en torno al autor sueco y de la alegría al comprobar que por una vez la literatura emerge como noticia del fangal en que se ha convertido la actualidad, esta fiebre libresca tiene un análisis. Hasta una tesis.
No es frecuente que se vendan 200.000 ejemplares de un libro en un solo día, por mucho que ayude la campaña de marketing hábilmente tendida por la editorial, aunque tampoco es tan raro. Recordemos los lanzamientos planetarios de los harrypotters, que han llegado a comprarse en inglés en la calle Ancha de Cádiz. Otras novelas han alcanzado buenas cifras en tiempo récord, algunas nada fáciles, como Vida y destino, de Grossman. El último libro de Caballero Bonald, por ir al extremo de lo elitista, la poesía, va ya por la tercera edición. De modo que mi primera conclusión es que la literatura vende más de lo que parece, lo que pasa es que por una especie de convención social todo lo cultural -y los libros en especial- se ha convertido en un tabú, en un vicio oculto o hecho vergonzante. «¡Literatura!», le dijo con desprecio Arenas a Griñán en el debate de investidura con intención de desacreditar su discurso.
Pero frente a la cultura de masas, que impone lo light, lo fácil, lo intrascendente, la gente en su propia y privada vida sabe distinguir lo bueno y procurárselo. Escoge disfrutar y leer es un placer, se pongan como se pongan los popes de los media, que ya, dicho sea de paso, están en baja.
Sumergirse en una historia bien tramada, en un mundo reconstruido con precisión, en personajes definidos, es una de las mejores maneras de emplear el tiempo, aparte de otros muchos beneficios para la salud, mental sobre todo. Está claro y vale como punto de partida. Pero sigamos. ¿Por qué esta historia en concreto ha llegado a tantos lectores en todo el mundo?
Para mí que hay un doble motivo de género. Primero, femenino, porque la mayor parte de los lectores son lectoras y en Larsson hay una fuerte conciencia feminista, radical y directa, que conecta con amplios públicos sensibles a los problemas de la condición de la mujer. Su heroína, Lisbeth Salander, encarna un arquetipo con el que muchas pueden sentirse identificada, bien por su lado frágil, bien por emular su fortaleza.
La segunda cuestión sería de género, pero de tipo literario. La novela negra encierra un atávico deseo de resolver un enigma, un reto o un juego del que participa el lector, que se implica así de una manera añadida. Pero además contiene un ansia latente de poner orden en la realidad, de resolver las crisis y encontrar la paz, el equilibrio, la justicia. Que paguen los culpables. Aquí se añade, además, un trasfondo de rebeldía, de crítica implacable, incluso de ira, contra la hipocresía de la sociedad tan normal y civilizada.
Al tiempo, Larsson escribe con una pasión que traspasa el papel y contagia, hasta el punto de hacerse perdonar las debilidades de la trama o del estilo. El lector se convierte en amigo y cómplice, se deja llevar, se abandona en ese tiempo dulce en el que desaparece el mundo alrededor y sólo existe un paisaje de cuento -nieves, lagos, casas de madera, suecos altos y ricos- donde se vislumbra el mal en sus múltiples formas: la violencia contra las mujeres, los sórdidos secretos de familia, la corrupción política, la podredumbre bajo el estado del bienestar.
Larsson abre puertas a más libros, a más y mejores lecturas, que aguardan su momento y su destinatario. Una vida no da para todos, pero sólo por ellos merece la pena vivir.
No es frecuente que se vendan 200.000 ejemplares de un libro en un solo día, por mucho que ayude la campaña de marketing hábilmente tendida por la editorial, aunque tampoco es tan raro. Recordemos los lanzamientos planetarios de los harrypotters, que han llegado a comprarse en inglés en la calle Ancha de Cádiz. Otras novelas han alcanzado buenas cifras en tiempo récord, algunas nada fáciles, como Vida y destino, de Grossman. El último libro de Caballero Bonald, por ir al extremo de lo elitista, la poesía, va ya por la tercera edición. De modo que mi primera conclusión es que la literatura vende más de lo que parece, lo que pasa es que por una especie de convención social todo lo cultural -y los libros en especial- se ha convertido en un tabú, en un vicio oculto o hecho vergonzante. «¡Literatura!», le dijo con desprecio Arenas a Griñán en el debate de investidura con intención de desacreditar su discurso.
Pero frente a la cultura de masas, que impone lo light, lo fácil, lo intrascendente, la gente en su propia y privada vida sabe distinguir lo bueno y procurárselo. Escoge disfrutar y leer es un placer, se pongan como se pongan los popes de los media, que ya, dicho sea de paso, están en baja.
Sumergirse en una historia bien tramada, en un mundo reconstruido con precisión, en personajes definidos, es una de las mejores maneras de emplear el tiempo, aparte de otros muchos beneficios para la salud, mental sobre todo. Está claro y vale como punto de partida. Pero sigamos. ¿Por qué esta historia en concreto ha llegado a tantos lectores en todo el mundo?
Para mí que hay un doble motivo de género. Primero, femenino, porque la mayor parte de los lectores son lectoras y en Larsson hay una fuerte conciencia feminista, radical y directa, que conecta con amplios públicos sensibles a los problemas de la condición de la mujer. Su heroína, Lisbeth Salander, encarna un arquetipo con el que muchas pueden sentirse identificada, bien por su lado frágil, bien por emular su fortaleza.
La segunda cuestión sería de género, pero de tipo literario. La novela negra encierra un atávico deseo de resolver un enigma, un reto o un juego del que participa el lector, que se implica así de una manera añadida. Pero además contiene un ansia latente de poner orden en la realidad, de resolver las crisis y encontrar la paz, el equilibrio, la justicia. Que paguen los culpables. Aquí se añade, además, un trasfondo de rebeldía, de crítica implacable, incluso de ira, contra la hipocresía de la sociedad tan normal y civilizada.
Al tiempo, Larsson escribe con una pasión que traspasa el papel y contagia, hasta el punto de hacerse perdonar las debilidades de la trama o del estilo. El lector se convierte en amigo y cómplice, se deja llevar, se abandona en ese tiempo dulce en el que desaparece el mundo alrededor y sólo existe un paisaje de cuento -nieves, lagos, casas de madera, suecos altos y ricos- donde se vislumbra el mal en sus múltiples formas: la violencia contra las mujeres, los sórdidos secretos de familia, la corrupción política, la podredumbre bajo el estado del bienestar.
Larsson abre puertas a más libros, a más y mejores lecturas, que aguardan su momento y su destinatario. Una vida no da para todos, pero sólo por ellos merece la pena vivir.
James Meek ("Iniciamos nuestro descenso"): "La TV convierte a los occidentales en populacho ante la horca"
James Meek ("Iniciamos nuestro descenso"): "La TV convierte a los occidentales en populacho ante la horca" (César Coga - ideal.es)
El escritor inglés refleja en una novela su experiencia como corresponsal en Afganistán.
James Meek (Londres, 1962) ha trabajado varios años como corresponsal de guerra del diario 'The Guardian' en Afganistán y precisamente en torno a ese conflicto interminable y sin visos de solución gira su novela 'Iniciamos nuestro descenso' (Roca Editorial, serie Miscelánea). Un relato sin concesiones por parte de un autor que en esta su cuarta novela habla de lo que más conoce: guerras y periodismo.
-¿Ven los soldados y la población a los periodistas que cubren una guerra como integrantes de alguno de los bandos?
-La guerra tiene muchos participantes. No todos ellos son literalmente soldados. La única forma de no verse implicado en una es no estar donde se produce. E incluso así, se puede estar participando. Por la propia naturaleza de una guerra, como periodista estás siempre buscando protección de un lado o del otro.
-Astrid, una de las protagonistas de la novela, dice que los periodistas también se alistan. ¿Eso hace imposible la objetividad?
-¿Objetividad? La dificultad real es acordarse, cuando uno está en medio de una guerra, de que es una cosa producida por los hombres y no un desastre natural, como un huracán o un terremoto. Esto es lo que quiere decir Astrid; que al ser un 'corresponsal de guerra' has aceptado la guerra, independientemente de que informes de las acciones de un lado o del otro. La verdad es que realmente hay sólo dos lados en la guerra, la guerra y la paz, y el corresponsal de guerra, no importa cuáles sean sus motivos, no se encuentra más en el lado de la paz que los propios soldados.
-¿Ha cambiado la percepción de las guerras por parte de los occidentales desde que los conflictos 'se retransmiten' por televisión?
-Hay tres formas de responder a una ejecución pública. Ignorarla; asistir a ella, mirar y marcharse; o luchar, utilizando ciertos medios, para impedir que ocurra, o impedir que vuelva a ocurrir. Las noticias en la TV de zonas en conflicto son importantes y necesarias, pero para muchos telespectadores son un espectáculo más, un entretenimiento. La televisión convierte a millones de europeos y americanos en populacho ante la horca.
-¿Y los intentos de entender a la población local? ¿Verdaderamente es posible entender una guerra atendiendo exclusivamente a la marcha de la campaña bélica?
-No he conocido nunca a ningún periodista que no se dirija a los civiles. En mi libro, la escena principal en la que los periodistas aparecen haciendo su trabajo implica entrevistar a un civil cuya casa ha sido bombardeada y sus familiares han muerto o han resultado heridos.
-Los ojos de EE UU se están volviendo hacia Afganistán mientras empiezan a olvidarse de Irak. ¿Es el origen del problema del terrorismo global?
-No existe nada a la que se le pueda llamar 'terrorismo global'.
-Afganistán es un país sin Estado, donde grandes ejércitos de todas las épocas han fracasado. ¿Deben inmiscuirse los occidentales allí o sería mejor dejar que el país se organizara (o se sumiera en el caos) por sí mismo?
-Los problemas para los ejércitos occidentales son tantos que es difícil pensar en una razón para que permanezcan allí. Incluso con nuevas tropas, la OTAN no está allí para protegerse sin utilizar ataques aéreos que matan a cientos de civiles. De hecho, EE UU y Gran Bretaña están actuando como mercenarios que prestan apoyo a un Gobierno afgano corrupto e ineficaz. Cuando EE UU y Gran Bretaña ganan batallas, no tienen autoridad civil o personal civil para consolidar sus ganancias.
-Da la impresión de que Occidente no sabe muy bien qué hacer allí, cómo abordar el problema.
-No tengo ninguna simpatía por lo peor de los fundamentalistas islámicos y la odiosa adoración por la ignorancia que crece con fuerza en el Afganistán rural. Aunque son valientes y duros, y algunos se atienen a ciertos ideales, los desprecio por el asesinato de los maestros, por su odio y miedo a las mujeres y al arte, su glorificación de la violencia, su corrupción de los niños y de los jóvenes, su hipocresía, su arrogancia y su crueldad. Pero esa es la naturaleza de la larga guerra de Afganistán, desde los tiempos de la invasión soviética y antes: una guerra entre la ignorancia y la ilustración.
-¿Y cómo se combate en esa situación?
-Es una guerra que no puede hacerse sin pistolas y fusiles, pero que al mismo tiempo no puede hacerse sólo con pistolas y fusiles. Tampoco puede hacerse cuando se tiene una cultura (los americanos y los británicos) que usa sólo pistolas y fusiles, y otra, completamente diferente, aparentemente en el mismo lado -el Gobierno afgano- que es responsable de todo lo demás.
-En ese contexto, ¿arreglará algo del problema la llegada de nuevos contingentes occidentales?
-Ver a la OTAN en Afganistán es como ver a Rafa Nadal sacar en un partido. Golpea la pelota con gran potencia y precisión, pero desafortunadamente está jugando al tenis, mientras dos equipos de once personas están en el campo con él jugando al fútbol.
-¿Deberían retirarse, por tanto?
-Lo triste es que el final de la intervención occidental puede que no ayudara a Afganistán a acortar la guerra. Primero, décadas de conflicto y de predicación influida por los saudíes han exacerbado las diferencias entre el norte del país tayiko-hazara-uzbeko y el sur pastún: ya en realidad no es un país. Segundo, lo que va a conseguirse sin la intervención occidental es la intervención oriental: Pakistán, Irán, China, India y los países de Asia Central luchando, a través de sus representantes, en busca de influencia y recursos.
-¿Afganistán se parece más que a Irán a Vietnam, en el sentido de la dificultad de controlar el país?
-Afganistán no es como Irak. Afganistán no es como Vietnam. Afganistán es Afganistán.
-¿Puede la crisis económica mundial tener consecuencias en la evolución de conflictos como éste?
-Estoy seguro de que puede tenerla.
James Meek, en una imagen reciente.
El escritor inglés refleja en una novela su experiencia como corresponsal en Afganistán.
James Meek (Londres, 1962) ha trabajado varios años como corresponsal de guerra del diario 'The Guardian' en Afganistán y precisamente en torno a ese conflicto interminable y sin visos de solución gira su novela 'Iniciamos nuestro descenso' (Roca Editorial, serie Miscelánea). Un relato sin concesiones por parte de un autor que en esta su cuarta novela habla de lo que más conoce: guerras y periodismo.
-¿Ven los soldados y la población a los periodistas que cubren una guerra como integrantes de alguno de los bandos?
-La guerra tiene muchos participantes. No todos ellos son literalmente soldados. La única forma de no verse implicado en una es no estar donde se produce. E incluso así, se puede estar participando. Por la propia naturaleza de una guerra, como periodista estás siempre buscando protección de un lado o del otro.
-Astrid, una de las protagonistas de la novela, dice que los periodistas también se alistan. ¿Eso hace imposible la objetividad?
-¿Objetividad? La dificultad real es acordarse, cuando uno está en medio de una guerra, de que es una cosa producida por los hombres y no un desastre natural, como un huracán o un terremoto. Esto es lo que quiere decir Astrid; que al ser un 'corresponsal de guerra' has aceptado la guerra, independientemente de que informes de las acciones de un lado o del otro. La verdad es que realmente hay sólo dos lados en la guerra, la guerra y la paz, y el corresponsal de guerra, no importa cuáles sean sus motivos, no se encuentra más en el lado de la paz que los propios soldados.
-¿Ha cambiado la percepción de las guerras por parte de los occidentales desde que los conflictos 'se retransmiten' por televisión?
-Hay tres formas de responder a una ejecución pública. Ignorarla; asistir a ella, mirar y marcharse; o luchar, utilizando ciertos medios, para impedir que ocurra, o impedir que vuelva a ocurrir. Las noticias en la TV de zonas en conflicto son importantes y necesarias, pero para muchos telespectadores son un espectáculo más, un entretenimiento. La televisión convierte a millones de europeos y americanos en populacho ante la horca.
-¿Y los intentos de entender a la población local? ¿Verdaderamente es posible entender una guerra atendiendo exclusivamente a la marcha de la campaña bélica?
-No he conocido nunca a ningún periodista que no se dirija a los civiles. En mi libro, la escena principal en la que los periodistas aparecen haciendo su trabajo implica entrevistar a un civil cuya casa ha sido bombardeada y sus familiares han muerto o han resultado heridos.
-Los ojos de EE UU se están volviendo hacia Afganistán mientras empiezan a olvidarse de Irak. ¿Es el origen del problema del terrorismo global?
-No existe nada a la que se le pueda llamar 'terrorismo global'.
-Afganistán es un país sin Estado, donde grandes ejércitos de todas las épocas han fracasado. ¿Deben inmiscuirse los occidentales allí o sería mejor dejar que el país se organizara (o se sumiera en el caos) por sí mismo?
-Los problemas para los ejércitos occidentales son tantos que es difícil pensar en una razón para que permanezcan allí. Incluso con nuevas tropas, la OTAN no está allí para protegerse sin utilizar ataques aéreos que matan a cientos de civiles. De hecho, EE UU y Gran Bretaña están actuando como mercenarios que prestan apoyo a un Gobierno afgano corrupto e ineficaz. Cuando EE UU y Gran Bretaña ganan batallas, no tienen autoridad civil o personal civil para consolidar sus ganancias.
-Da la impresión de que Occidente no sabe muy bien qué hacer allí, cómo abordar el problema.
-No tengo ninguna simpatía por lo peor de los fundamentalistas islámicos y la odiosa adoración por la ignorancia que crece con fuerza en el Afganistán rural. Aunque son valientes y duros, y algunos se atienen a ciertos ideales, los desprecio por el asesinato de los maestros, por su odio y miedo a las mujeres y al arte, su glorificación de la violencia, su corrupción de los niños y de los jóvenes, su hipocresía, su arrogancia y su crueldad. Pero esa es la naturaleza de la larga guerra de Afganistán, desde los tiempos de la invasión soviética y antes: una guerra entre la ignorancia y la ilustración.
-¿Y cómo se combate en esa situación?
-Es una guerra que no puede hacerse sin pistolas y fusiles, pero que al mismo tiempo no puede hacerse sólo con pistolas y fusiles. Tampoco puede hacerse cuando se tiene una cultura (los americanos y los británicos) que usa sólo pistolas y fusiles, y otra, completamente diferente, aparentemente en el mismo lado -el Gobierno afgano- que es responsable de todo lo demás.
-En ese contexto, ¿arreglará algo del problema la llegada de nuevos contingentes occidentales?
-Ver a la OTAN en Afganistán es como ver a Rafa Nadal sacar en un partido. Golpea la pelota con gran potencia y precisión, pero desafortunadamente está jugando al tenis, mientras dos equipos de once personas están en el campo con él jugando al fútbol.
-¿Deberían retirarse, por tanto?
-Lo triste es que el final de la intervención occidental puede que no ayudara a Afganistán a acortar la guerra. Primero, décadas de conflicto y de predicación influida por los saudíes han exacerbado las diferencias entre el norte del país tayiko-hazara-uzbeko y el sur pastún: ya en realidad no es un país. Segundo, lo que va a conseguirse sin la intervención occidental es la intervención oriental: Pakistán, Irán, China, India y los países de Asia Central luchando, a través de sus representantes, en busca de influencia y recursos.
-¿Afganistán se parece más que a Irán a Vietnam, en el sentido de la dificultad de controlar el país?
-Afganistán no es como Irak. Afganistán no es como Vietnam. Afganistán es Afganistán.
-¿Puede la crisis económica mundial tener consecuencias en la evolución de conflictos como éste?
-Estoy seguro de que puede tenerla.
James Meek, en una imagen reciente.
viernes, 19 de junio de 2009
'La Torre', la revista puertorriqueña de Francisco Ayala, homenajea al escritor
'La Torre', la revista puertorriqueña de Francisco Ayala, homenajea al escritor (J.L.T. - ideal.es)
El granadino fue fundador de la publicación, que ahora recoge estudios y testimonios.
El escritor, pensador, periodista y sociólogo Francisco Ayala (Granada, 1906) ejerció en el exilio la docencia en la Universidad de Puerto Rico entre 1950 y 1955, unos años de incesante labor literaria, en un país donde se encontraban también ilustres letrados españoles. La Fundación dedicada al autor granadino presentó ayer un número monográfico de la revista 'La Torre' dedicado a Francisco Ayala por la Universidad puertorriqueña. El volumen, coordinado por la profesora Iris M. Zavala, se compone de estudios sobre aspectos literarios de la obra de Ayala y de testimonios de algunos alumnos y discípulos del escritor.
En los años cincuenta, Ayala recibió el encargo de dirigir la Editorial Universitaria y como parte muy importante de esa actividad fundó la revista 'La Torre', «que llegaría a ser y lo fue en efecto durante varios años, la mejor en su género en toda la extensión que alcanza la lengua española», según comentó Francisco Ayala.
El primer número de la revista se editó en 1953 y, con los cambios propios de los consejos editoriales, aún continúa editándose, ya en su tercera época. Entre los estudios de este monográfico ayaliano figuran análisis de textuales de la especialistas como Keith Ellis, Nelson Orringer, Andrés Soria, José Colmeiro y Carolyn Richmond, así como contribuciones documentales o biográficas, a cargo de Milena Rodríguez, Manuel Gómez Ros y Fidel Villar.
El periodista y editor Armindo Núñez Miranda presenta una entrevista con Francisco Ayala enlazada con sus recuerdos de Puerto Rico y el profesor Domingo Sánchez-Mesa aborda la labor de Ayala como editor de la revista 'La Torre'.
- Alumnos y especialistas.
Entre los testimonio recogidos por la publicación monográfica se encuentra el de Brunhilda Molinary, la persona con un conocimiento más directo de Ayala en su trabajo al frente de la Editorial Universitaria de Puerto Rico, ya que lo asistió como secretaria en esa tarea, y el de la coordinadora de este homenaje, Iris Zavala, que fue testigo en su primer curso como alumna en la universidad puertorriqueña de la presentación de don Francisco como profesor.
Aportan también sus recuerdos las investigadoras Estelle Irizarry y Rosario Hiriart. Otro testimonio del pensador granadino como docente lo ofrece la profesora Carmen Vásquez, de origen puertorriqueño, pero que recibió las enseñanzas de Ayala en la Universidad de Bryn Mawr, en Estados Unidos. Completan la nómina las notas de Magdalena de Ferdinandy y Eugenio Suárez-Galbán.
Portada de la revista 'La Torre', con el homenaje a Ayala.
El granadino fue fundador de la publicación, que ahora recoge estudios y testimonios.
El escritor, pensador, periodista y sociólogo Francisco Ayala (Granada, 1906) ejerció en el exilio la docencia en la Universidad de Puerto Rico entre 1950 y 1955, unos años de incesante labor literaria, en un país donde se encontraban también ilustres letrados españoles. La Fundación dedicada al autor granadino presentó ayer un número monográfico de la revista 'La Torre' dedicado a Francisco Ayala por la Universidad puertorriqueña. El volumen, coordinado por la profesora Iris M. Zavala, se compone de estudios sobre aspectos literarios de la obra de Ayala y de testimonios de algunos alumnos y discípulos del escritor.
En los años cincuenta, Ayala recibió el encargo de dirigir la Editorial Universitaria y como parte muy importante de esa actividad fundó la revista 'La Torre', «que llegaría a ser y lo fue en efecto durante varios años, la mejor en su género en toda la extensión que alcanza la lengua española», según comentó Francisco Ayala.
El primer número de la revista se editó en 1953 y, con los cambios propios de los consejos editoriales, aún continúa editándose, ya en su tercera época. Entre los estudios de este monográfico ayaliano figuran análisis de textuales de la especialistas como Keith Ellis, Nelson Orringer, Andrés Soria, José Colmeiro y Carolyn Richmond, así como contribuciones documentales o biográficas, a cargo de Milena Rodríguez, Manuel Gómez Ros y Fidel Villar.
El periodista y editor Armindo Núñez Miranda presenta una entrevista con Francisco Ayala enlazada con sus recuerdos de Puerto Rico y el profesor Domingo Sánchez-Mesa aborda la labor de Ayala como editor de la revista 'La Torre'.
- Alumnos y especialistas.
Entre los testimonio recogidos por la publicación monográfica se encuentra el de Brunhilda Molinary, la persona con un conocimiento más directo de Ayala en su trabajo al frente de la Editorial Universitaria de Puerto Rico, ya que lo asistió como secretaria en esa tarea, y el de la coordinadora de este homenaje, Iris Zavala, que fue testigo en su primer curso como alumna en la universidad puertorriqueña de la presentación de don Francisco como profesor.
Aportan también sus recuerdos las investigadoras Estelle Irizarry y Rosario Hiriart. Otro testimonio del pensador granadino como docente lo ofrece la profesora Carmen Vásquez, de origen puertorriqueño, pero que recibió las enseñanzas de Ayala en la Universidad de Bryn Mawr, en Estados Unidos. Completan la nómina las notas de Magdalena de Ferdinandy y Eugenio Suárez-Galbán.
Portada de la revista 'La Torre', con el homenaje a Ayala.
Ángel Corpa (Jarcha): «La cultura libera, el entretenimiento embrutece»
Ángel Corpa (Jarcha): «La cultura libera, el entretenimiento embrutece» (Juan Jesús García - ideal.es)
El fundador de Jarcha presenta hoy en el Teatro Alhambra su concierto 'Verso a Verso'.
Ángel Corpa es, para casi todos, la voz de Jarcha. Sin embargo, desde hace doce años lleva adelante una carrera musical a su nombre, con proyectos tan divulgadores de la poesía como motivados por la transmisión de sentimientos y sensibilidades a las nuevas generaciones. Presenta hoy en el teatro Alhambra su concierto 'Verso a Verso' (21.00 h., 10 euros).
-Comienzo preguntándole por Jarcha. ¿Siempre será usted el 'fundador' de Jarcha?
-Obviamente uno no puede desprenderse de su equipaje y en el mío figura ese dato. Es algo que llevo con más orgullo cada día que pasa porque es ahora cuando percibo la importancia que Jarcha tuvo para muchos españoles en los años difíciles de la Transición.
-¿Qué relación tiene a estas alturas con la canción 'Libertad sin ira?
-Es una canción de la que no me he separado desde que la pusimos en el viento en 1976. El público es soberano y él ha querido que ese tema perviva en lo más sagrado de la gente; y la ha relacionado con dos de los más importantes valores o necesidades de una sociedad: la paz y la libertad. Por otra parte estamos viviendo un momento en que la ira está en estado emergente y la libertad cada vez más condicionada. Vivimos con libertades, pero con libertad.
-Usted que los ha vivido todos, ¿corren buenos tiempos para la lírica?
-Corren buenos tiempos para el bandidaje, para la mentira, para la calumnia, para el egoísmo... y la lírica no tiene sitio en ese hábitat. Por esa razón es cada día más importante el trabajo de los que creemos en la cultura como algo que libera, frente al entretenimiento que embrutece.
-Viene a Granada con el concierto 'Verso a verso'.
-'Verso a Verso' es un concierto conformado por los ambientes musicales que ciertos poemas han inspirado a diferentes compositores. Es un oasis de belleza en la forma y en el fondo, que pretende la comunicación por la vía de la emoción combinando canciones de mis cedés en solitario dedicados a Alberti y Cervantes con grandes clásicos de la música de autor que han modelado la sensibilidad de muchas generaciones.
-Muchos de sus espectáculos tienen el común denominador de su interés y objetivos pedagógicos. ¿Le interesa especialmente la transmisión de sensibilidades y valores?
-Creo que es de una importancia capital. Una sociedad sin valores es como un barco a la deriva, como una torre de arena, y buena muestra de ello es la gran crisis en la que estamos inmersos. Cuando se olvidan los valores estamos muy cerca de la jungla donde todo vale para conseguir nuestros objetivos, no importa a qué precio. El consumismo desaforado y sus potentes mensajes nos ha hecho cambiar la ética del esfuerzo por la ética de la diversión y los resultados ya los estamos viendo. Además no debemos de perder de vista que, como humanos, tenemos necesidades materiales y espirituales. Las materiales las cubrimos en cualquier centro comercial, pero las espirituales siempre se han encontrado en la cultura y hoy brilla por su ausencia, cosa que explica el vacío, el desencanto y la desilusión de muchos jóvenes víctimas de los paraísos artificiales.
-¿Cómo es Ángel Corpa en directo?
-Me cuesta hablar bien de mí, pero no por falsa modestia sino por pudor. Sé que tengo una gran capacidad para la comunicación en directo con el público, y lo sé porque llevo hechos más de 3.000 conciertos y he podido testarlo. Me gustaría ser una inyección de adrenalina directa al corazón.
Ángel Corpa, artista comprometido.
El fundador de Jarcha presenta hoy en el Teatro Alhambra su concierto 'Verso a Verso'.
Ángel Corpa es, para casi todos, la voz de Jarcha. Sin embargo, desde hace doce años lleva adelante una carrera musical a su nombre, con proyectos tan divulgadores de la poesía como motivados por la transmisión de sentimientos y sensibilidades a las nuevas generaciones. Presenta hoy en el teatro Alhambra su concierto 'Verso a Verso' (21.00 h., 10 euros).
-Comienzo preguntándole por Jarcha. ¿Siempre será usted el 'fundador' de Jarcha?
-Obviamente uno no puede desprenderse de su equipaje y en el mío figura ese dato. Es algo que llevo con más orgullo cada día que pasa porque es ahora cuando percibo la importancia que Jarcha tuvo para muchos españoles en los años difíciles de la Transición.
-¿Qué relación tiene a estas alturas con la canción 'Libertad sin ira?
-Es una canción de la que no me he separado desde que la pusimos en el viento en 1976. El público es soberano y él ha querido que ese tema perviva en lo más sagrado de la gente; y la ha relacionado con dos de los más importantes valores o necesidades de una sociedad: la paz y la libertad. Por otra parte estamos viviendo un momento en que la ira está en estado emergente y la libertad cada vez más condicionada. Vivimos con libertades, pero con libertad.
-Usted que los ha vivido todos, ¿corren buenos tiempos para la lírica?
-Corren buenos tiempos para el bandidaje, para la mentira, para la calumnia, para el egoísmo... y la lírica no tiene sitio en ese hábitat. Por esa razón es cada día más importante el trabajo de los que creemos en la cultura como algo que libera, frente al entretenimiento que embrutece.
-Viene a Granada con el concierto 'Verso a verso'.
-'Verso a Verso' es un concierto conformado por los ambientes musicales que ciertos poemas han inspirado a diferentes compositores. Es un oasis de belleza en la forma y en el fondo, que pretende la comunicación por la vía de la emoción combinando canciones de mis cedés en solitario dedicados a Alberti y Cervantes con grandes clásicos de la música de autor que han modelado la sensibilidad de muchas generaciones.
-Muchos de sus espectáculos tienen el común denominador de su interés y objetivos pedagógicos. ¿Le interesa especialmente la transmisión de sensibilidades y valores?
-Creo que es de una importancia capital. Una sociedad sin valores es como un barco a la deriva, como una torre de arena, y buena muestra de ello es la gran crisis en la que estamos inmersos. Cuando se olvidan los valores estamos muy cerca de la jungla donde todo vale para conseguir nuestros objetivos, no importa a qué precio. El consumismo desaforado y sus potentes mensajes nos ha hecho cambiar la ética del esfuerzo por la ética de la diversión y los resultados ya los estamos viendo. Además no debemos de perder de vista que, como humanos, tenemos necesidades materiales y espirituales. Las materiales las cubrimos en cualquier centro comercial, pero las espirituales siempre se han encontrado en la cultura y hoy brilla por su ausencia, cosa que explica el vacío, el desencanto y la desilusión de muchos jóvenes víctimas de los paraísos artificiales.
-¿Cómo es Ángel Corpa en directo?
-Me cuesta hablar bien de mí, pero no por falsa modestia sino por pudor. Sé que tengo una gran capacidad para la comunicación en directo con el público, y lo sé porque llevo hechos más de 3.000 conciertos y he podido testarlo. Me gustaría ser una inyección de adrenalina directa al corazón.
Ángel Corpa, artista comprometido.
La revolución cubana reivindica a Hemingway
La revolución cubana reivindica a Hemingway (Fernando García - lavanguardia.es)
"Los cubanos vamos a ganar. 'I'm not a gringo'", dijo el escritor en 1959, según las crónicas.
El autor de 'El viejo y el mar' mostró un apego a la revolución cubana “muy por encima de lo entendible o lógico en un escritor como él”. Es lo que sostiene la directora de la casa museo de Ernest Hemingway a las afueras de La Habana, Ada Rosa Alfonso.
Nos lo dijo y explicó horas antes del coloquio internacional que sobre la figura del novelista, y en especial sobre su estancia de 21 años en su refugio cubano de Finca Vigía (1940-60), se celebra desde ayer y hasta el domingo en la capital caribeña. La tesis de que Hemingway simpatizaba con la Revolución, ampliamente compartida dentro y fuera de Cuba, no ha sido tanto un objeto de controversia como un asunto escamoteado a los lectores, a juicio de Alfonso y otros especialistas. “Son pocos los biógrafos del maestro que dicen la verdad, y una mayoría los que la tergiversan por razones políticas”, asegura la directora.
Del apoyo que Hemingway prestó a la República española, incluso materialmente, no hay duda porque está bien documentado. De su supuesta defensa de la revolución de Fidel Castro, con quien habló dos veces, existen menos trazas aunque algunas parecen contundentes; sobre todo ciertas frases que se le atribuyen: “La gente de honor apoyamos la revolución”, diría al dejar la isla y trasladarse a Estados Unidos el 25 de julio de 1960. ¿Por qué y en qué circunstancias se fue Hemingway de Cuba en aquella fecha? El escritor estaba ya muy enfermo.
Sufría un trastorno psíquico –bipolaridad según algunos, paranoia o derivaciones de su alcoholismo según otros–, se había comprado un rancho en su tierra natal de Idaho y, según Alfonso, ya en Finca Vigía había estado “ensayando” su suicidio, que ejecutaría en su residencia norteamericana un año después. Pero hay, dice la museóloga, dos datos que no cuadran con la idea de que el novelista se fuera de la isla con la intención de no volver más: “¿Qué escritor, aunque esté enfermo, abandona manuscritos de obras suyas inconclusas, como hizo él? ¿Por qué, si iba a retirarse definitivamente, se fue a Nueva York en lugar de a su rancho?” El premiado escritor cubano Enrique Cirules acaba de presentar un libro ('Hemingway, ese desconocido') que destaca las fuertes y directas presiones ejercidas por el último embajador de EE.UU. en la isla, Philip Wilson Bonsal, para que el escritor dejara la isla y abjurara de la revolución.
Cirules se basa en un pormenorizado testimonio de la que fue secretaria y más tarde nuera de Hemingway, Valerie Danby-Smith, sobre las visitas que Bonsal hizo al literato tras el triunfo de los barbudos. El embajador habría amenazado a Hemingway con convertirle oficialmente en traidor si no regresaba a EE.UU. “Hemingway protestó e intentó resistirse, pero el abismo que se abría entre Cuba y Norteamérica era insuperable”, dice Cirules.
No hay pruebas de que el hombre que escribió Por quién doblan las campanas fuera desleal a su país. Pero su patriotismo tenía límites: “Nosotros los cubanos vamos a ganar. 'I´m not a gringo', you know?”, afirmó en 1959 al llegar al aeropuerto de La Habana, según las crónicas. Hemingway acababa de besar la bandera cubana.
"Los cubanos vamos a ganar. 'I'm not a gringo'", dijo el escritor en 1959, según las crónicas.
El autor de 'El viejo y el mar' mostró un apego a la revolución cubana “muy por encima de lo entendible o lógico en un escritor como él”. Es lo que sostiene la directora de la casa museo de Ernest Hemingway a las afueras de La Habana, Ada Rosa Alfonso.
Nos lo dijo y explicó horas antes del coloquio internacional que sobre la figura del novelista, y en especial sobre su estancia de 21 años en su refugio cubano de Finca Vigía (1940-60), se celebra desde ayer y hasta el domingo en la capital caribeña. La tesis de que Hemingway simpatizaba con la Revolución, ampliamente compartida dentro y fuera de Cuba, no ha sido tanto un objeto de controversia como un asunto escamoteado a los lectores, a juicio de Alfonso y otros especialistas. “Son pocos los biógrafos del maestro que dicen la verdad, y una mayoría los que la tergiversan por razones políticas”, asegura la directora.
Del apoyo que Hemingway prestó a la República española, incluso materialmente, no hay duda porque está bien documentado. De su supuesta defensa de la revolución de Fidel Castro, con quien habló dos veces, existen menos trazas aunque algunas parecen contundentes; sobre todo ciertas frases que se le atribuyen: “La gente de honor apoyamos la revolución”, diría al dejar la isla y trasladarse a Estados Unidos el 25 de julio de 1960. ¿Por qué y en qué circunstancias se fue Hemingway de Cuba en aquella fecha? El escritor estaba ya muy enfermo.
Sufría un trastorno psíquico –bipolaridad según algunos, paranoia o derivaciones de su alcoholismo según otros–, se había comprado un rancho en su tierra natal de Idaho y, según Alfonso, ya en Finca Vigía había estado “ensayando” su suicidio, que ejecutaría en su residencia norteamericana un año después. Pero hay, dice la museóloga, dos datos que no cuadran con la idea de que el novelista se fuera de la isla con la intención de no volver más: “¿Qué escritor, aunque esté enfermo, abandona manuscritos de obras suyas inconclusas, como hizo él? ¿Por qué, si iba a retirarse definitivamente, se fue a Nueva York en lugar de a su rancho?” El premiado escritor cubano Enrique Cirules acaba de presentar un libro ('Hemingway, ese desconocido') que destaca las fuertes y directas presiones ejercidas por el último embajador de EE.UU. en la isla, Philip Wilson Bonsal, para que el escritor dejara la isla y abjurara de la revolución.
Cirules se basa en un pormenorizado testimonio de la que fue secretaria y más tarde nuera de Hemingway, Valerie Danby-Smith, sobre las visitas que Bonsal hizo al literato tras el triunfo de los barbudos. El embajador habría amenazado a Hemingway con convertirle oficialmente en traidor si no regresaba a EE.UU. “Hemingway protestó e intentó resistirse, pero el abismo que se abría entre Cuba y Norteamérica era insuperable”, dice Cirules.
No hay pruebas de que el hombre que escribió Por quién doblan las campanas fuera desleal a su país. Pero su patriotismo tenía límites: “Nosotros los cubanos vamos a ganar. 'I´m not a gringo', you know?”, afirmó en 1959 al llegar al aeropuerto de La Habana, según las crónicas. Hemingway acababa de besar la bandera cubana.
Contra las ocurrencias (José Vidal-Beneyto)
Contra las ocurrencias (José Vidal-Beneyto - elpais.com)
La notoriedad de algunos divulgadores periodísticos y la perversa equivalencia actual de notoriedad y prestigio, obliga a recordar que el artículo ensayístico es hoy casi siempre seudoliteratura o prédica política, es decir intento de imponer las propias convicciones. La única garantía de que así no suceda es que el ensayista se apoye en un suficiente patrimonio de conocimientos antecedentes, sea científico, técnico, filosófico, etcétera. En España hemos tenido ilustres ejemplos en Ortega y Gasset, Laín Entralgo, José Luis Aranguren, Julián Marías etcétera.
Desgraciadamente hoy, en la mayoría de los casos, se procede desde la ignorancia, con improvisación y con urgencia, accionando el solo vector de las ocurrencias, hipótesis inverificadas, cuya inconsistencia es patética frente a los resultados de la observación y el análisis. No basta con descalificar la calidad de la divulgación propia de la literatura o de la narración, que se pretende descubridora de la realidad.
Hay que seguir el ejemplo de las largas digestiones de nuestro maestro en ensayismo, Walter Benjamin, que para producir los 36 folios de París, capital del siglo XIX, acumuló 1.102 páginas de resúmenes, apuntes y materiales varios (Suhrkamp 1982, Akal 2005). Sólo así, como él nos señala, podremos entender la diferencia entre el ensayo pensado desde el saber de lo real (Herodoto) y las insignificancias que nos proponen los improvisadores al uso. Sólo así conseguiremos utillarnos para entrar con recursos suficientes en el conocimiento real de la realidad.
La notoriedad de algunos divulgadores periodísticos y la perversa equivalencia actual de notoriedad y prestigio, obliga a recordar que el artículo ensayístico es hoy casi siempre seudoliteratura o prédica política, es decir intento de imponer las propias convicciones. La única garantía de que así no suceda es que el ensayista se apoye en un suficiente patrimonio de conocimientos antecedentes, sea científico, técnico, filosófico, etcétera. En España hemos tenido ilustres ejemplos en Ortega y Gasset, Laín Entralgo, José Luis Aranguren, Julián Marías etcétera.
Desgraciadamente hoy, en la mayoría de los casos, se procede desde la ignorancia, con improvisación y con urgencia, accionando el solo vector de las ocurrencias, hipótesis inverificadas, cuya inconsistencia es patética frente a los resultados de la observación y el análisis. No basta con descalificar la calidad de la divulgación propia de la literatura o de la narración, que se pretende descubridora de la realidad.
Hay que seguir el ejemplo de las largas digestiones de nuestro maestro en ensayismo, Walter Benjamin, que para producir los 36 folios de París, capital del siglo XIX, acumuló 1.102 páginas de resúmenes, apuntes y materiales varios (Suhrkamp 1982, Akal 2005). Sólo así, como él nos señala, podremos entender la diferencia entre el ensayo pensado desde el saber de lo real (Herodoto) y las insignificancias que nos proponen los improvisadores al uso. Sólo así conseguiremos utillarnos para entrar con recursos suficientes en el conocimiento real de la realidad.
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jueves, 18 de junio de 2009
José Manuel Caballero Bonald ("La noche no tiene paredes"): "Afortunadamente sigo siendo un desobediente"
José Manuel Caballero Bonald ("La noche no tiene paredes"): "Afortunadamente sigo siendo un desobediente" (Virginia Montero - lavozdigital.es)
El jerezano asegura que «la poesía es para mí una cuestión más lingüística que temática, cosa que cada vez me importa menos. Lo que enaltece o arruina un poema es el lenguaje».
Semejante a la noche, vengo/ del negro y voy al blanco y busco/ dispensarme de mí con ese blanco y nunca/llego a ser lo que yo más deseo:/ esa palabra suficiente que precede a la última. Estos versos pertenecen al poema Vengo de una palabra, de La noche no tiene paredes. José Manuel Caballero Bonald presenta hoy en su Jerez natal este penúltimo poemario -habrá más, seguro- que recoge casi un centenar de composiciones que dicen mucho más de lo que parece.
-Hoy presenta en Jerez (20.30 horas, en la Fundación Caballero Bonald) su último libro La noche no tiene paredes ¿a qué actitud suya responden estos poemas?
- No sé, supongo que a una especie de incentivo para interpretar todo lo que me conmueve y también para enfrentarme a todo lo que rechazo. Nunca me olvido de una aseveración de Pavese: 'La literatura es una forma de defensa contra las ofensas de la vida'. Pues eso, por ahí me muevo...
-El amor, el paso del tiempo, la complicidad de la noche, la realidad y la ficción siguen presentes en sus poemas. ¿Se sigue preguntando las mismas cosas que cuando tenía 30 años? ¿Cuáles de esas preguntas sí ha logrado responderse en su vida?
-La poesía es también una contestación a una serie de preguntas. Este libro, todos mis libros, están llenos de preguntas. A algunas las contesto pero otras no tienen contestación.
-¿Hay una poesía para cada edad o la poesía no tiene edad?
-Digamos que a veces la poesía no tiene la edad que aparenta. Me enorgullece que algunos críticos digan algo así a propósito de mis últimos libros. Yo también creo que la poesía tiene algo de paliativo y que además te rejuvenece de algún modo. Al menos, la que yo hago.
-Manual de infractores sorprendió por su frescura y su rebeldía, según se dijo tras su publicación. La noche no tiene paredes sigue en la misma línea. ¿Le extrañó que se produjera esa sorpresa o el primer sorprendido fue usted?
-No, no me sorprendí en absoluto. Tengo la sensación de que un ramal de mis rebeldías, de mis luchas particulares por la libertad, reaparece como una constante ética en toda mi obra.
-En literatura, ¿qué le queda por hacer y por conseguir?
-Creo que conseguí lo que me propuse, pero ignoro si todavía me queda algo por hacer. Lo malo es que ya no tengo mucho tiempo, ando ya muy acomodado en el arrabal de senectud. Somos el tiempo que nos queda.
-¿Hay algo que cree que no hará nunca?
-Sí, pactar con los majaderos y los resentidos, con todos esos adeptos al nacionalcatolicismo y la santa tradición como todavía circulan por ahí.
- Lleva un tiempo diciendo que seguirá escribiendo poesía pero no prosa. ¿Sigue pensando lo mismo?
-He perdido el gusto por la narrativa. Sólo la poesía me atrae y me sirve de justificación personal.
- ¿Cómo se enfrenta Caballero Bonald a la escritura de un poema?
-Ese es un asunto muy complejo. Ya he recordado que, para mí, la poesía es más una cuestión lingüística que temática. La temática cada vez me importa menos. Lo que enaltece o arruina un poema es el lenguaje. De modo que en lo yo me ocupo, antes de nada, es en lograr que ese lenguaje me descubra, a mí y al lector, un mundo desconocido.
-¿Cree que la poesía es la hermana pobre de la novela (en ventas, en lectores...)?
-No, no lo creo. Mis dos o tres últimos libros de poesía han tenido casi tantos lectores como mis novelas. Al menos, han tenido tantas ediciones -siete u ocho- como algunas de mis novelas.
-Presenta el libro en la Fundación jerezana que lleva su nombre. ¿Cómo ve el trabajo que se está haciendo en ella? ¿Cómo ha cambiado en los últimos años la vida cultural de Jerez? ¿Qué cree que le hace falta a la ciudad?
-Estoy muy satisfecho con el equipo que trabaja en la Fundación. Están llevando a cabo una tarea muy positiva y fructífera. En cuanto a la vida cultural de Jerez, no sé muy bien qué decirle. Como usted sabe, yo vivo entre Madrid y Sanlúcar y no voy a Jerez con la asiduidad que quisiera. Pero yo creo que la Fundación ha dinamizado el clima cultural local, sobre todo a través de sus congresos y ciclos de conferencias. Aunque también es verdad que el hecho de que Jerez haya dado un narrador como Juan Bonilla justifica una larga espera.
-¿Qué le quita el sueño?
-Nada especial. Mis insomnios son congénitos.
-Ha viajado y vivido en muchos lugares pero le gusta abrir una ventana y ver cerca el Coto de Doñana. Al margen de que Jerez sea su ciudad natal, ¿qué cree que tiene de especial esta tierra?
-Me agrada repetir que el lugar donde se descubre el mundo ya es para siempre el compendio simbólico del mundo. Lo que pasa es que hay que saber trascender ese legado. Los localismos son todos impresentables.
-Tanto en su prosa como en sus versos la pulcritud, la minuciosidad, exactitud y belleza del lenguaje es uno de sus signos de identidad. ¿Cree que hoy, en literatura y en general, se cuida el lenguaje o se maltrata?
-La poesía es un acto de lenguaje, un hecho lingüístico, como ya he dicho, y eso no parece preocupar a una gran mayoría de escritores que se autodenominan poetas.
-Si le dieran a elegir en qué año nacer, ¿qué otra época le hubiera gustado vivir? ¿Por qué?
-Me parece muy bien haber vivido entre el siglo XX y el XXI... Es un ciclo histórico apasionante, qué duda cabe.
-Y si no se hubiera dedicado a la literatura, ¿qué habría sido Caballero Bonald?
-Tal vez me hubiese dedicado a la vida contemplativa.
-La noche no tiene paredes tiene casi un centenar de poemas. ¿Habrá más versos de Caballero Bonald próximamente?
-Es muy posible. Afortunadamente, sigo siendo un desobediente. Y ya se sabe que la gran literatura está hecha por grandes desobedientes.
El jerezano asegura que «la poesía es para mí una cuestión más lingüística que temática, cosa que cada vez me importa menos. Lo que enaltece o arruina un poema es el lenguaje».
Semejante a la noche, vengo/ del negro y voy al blanco y busco/ dispensarme de mí con ese blanco y nunca/llego a ser lo que yo más deseo:/ esa palabra suficiente que precede a la última. Estos versos pertenecen al poema Vengo de una palabra, de La noche no tiene paredes. José Manuel Caballero Bonald presenta hoy en su Jerez natal este penúltimo poemario -habrá más, seguro- que recoge casi un centenar de composiciones que dicen mucho más de lo que parece.
-Hoy presenta en Jerez (20.30 horas, en la Fundación Caballero Bonald) su último libro La noche no tiene paredes ¿a qué actitud suya responden estos poemas?
- No sé, supongo que a una especie de incentivo para interpretar todo lo que me conmueve y también para enfrentarme a todo lo que rechazo. Nunca me olvido de una aseveración de Pavese: 'La literatura es una forma de defensa contra las ofensas de la vida'. Pues eso, por ahí me muevo...
-El amor, el paso del tiempo, la complicidad de la noche, la realidad y la ficción siguen presentes en sus poemas. ¿Se sigue preguntando las mismas cosas que cuando tenía 30 años? ¿Cuáles de esas preguntas sí ha logrado responderse en su vida?
-La poesía es también una contestación a una serie de preguntas. Este libro, todos mis libros, están llenos de preguntas. A algunas las contesto pero otras no tienen contestación.
-¿Hay una poesía para cada edad o la poesía no tiene edad?
-Digamos que a veces la poesía no tiene la edad que aparenta. Me enorgullece que algunos críticos digan algo así a propósito de mis últimos libros. Yo también creo que la poesía tiene algo de paliativo y que además te rejuvenece de algún modo. Al menos, la que yo hago.
-Manual de infractores sorprendió por su frescura y su rebeldía, según se dijo tras su publicación. La noche no tiene paredes sigue en la misma línea. ¿Le extrañó que se produjera esa sorpresa o el primer sorprendido fue usted?
-No, no me sorprendí en absoluto. Tengo la sensación de que un ramal de mis rebeldías, de mis luchas particulares por la libertad, reaparece como una constante ética en toda mi obra.
-En literatura, ¿qué le queda por hacer y por conseguir?
-Creo que conseguí lo que me propuse, pero ignoro si todavía me queda algo por hacer. Lo malo es que ya no tengo mucho tiempo, ando ya muy acomodado en el arrabal de senectud. Somos el tiempo que nos queda.
-¿Hay algo que cree que no hará nunca?
-Sí, pactar con los majaderos y los resentidos, con todos esos adeptos al nacionalcatolicismo y la santa tradición como todavía circulan por ahí.
- Lleva un tiempo diciendo que seguirá escribiendo poesía pero no prosa. ¿Sigue pensando lo mismo?
-He perdido el gusto por la narrativa. Sólo la poesía me atrae y me sirve de justificación personal.
- ¿Cómo se enfrenta Caballero Bonald a la escritura de un poema?
-Ese es un asunto muy complejo. Ya he recordado que, para mí, la poesía es más una cuestión lingüística que temática. La temática cada vez me importa menos. Lo que enaltece o arruina un poema es el lenguaje. De modo que en lo yo me ocupo, antes de nada, es en lograr que ese lenguaje me descubra, a mí y al lector, un mundo desconocido.
-¿Cree que la poesía es la hermana pobre de la novela (en ventas, en lectores...)?
-No, no lo creo. Mis dos o tres últimos libros de poesía han tenido casi tantos lectores como mis novelas. Al menos, han tenido tantas ediciones -siete u ocho- como algunas de mis novelas.
-Presenta el libro en la Fundación jerezana que lleva su nombre. ¿Cómo ve el trabajo que se está haciendo en ella? ¿Cómo ha cambiado en los últimos años la vida cultural de Jerez? ¿Qué cree que le hace falta a la ciudad?
-Estoy muy satisfecho con el equipo que trabaja en la Fundación. Están llevando a cabo una tarea muy positiva y fructífera. En cuanto a la vida cultural de Jerez, no sé muy bien qué decirle. Como usted sabe, yo vivo entre Madrid y Sanlúcar y no voy a Jerez con la asiduidad que quisiera. Pero yo creo que la Fundación ha dinamizado el clima cultural local, sobre todo a través de sus congresos y ciclos de conferencias. Aunque también es verdad que el hecho de que Jerez haya dado un narrador como Juan Bonilla justifica una larga espera.
-¿Qué le quita el sueño?
-Nada especial. Mis insomnios son congénitos.
-Ha viajado y vivido en muchos lugares pero le gusta abrir una ventana y ver cerca el Coto de Doñana. Al margen de que Jerez sea su ciudad natal, ¿qué cree que tiene de especial esta tierra?
-Me agrada repetir que el lugar donde se descubre el mundo ya es para siempre el compendio simbólico del mundo. Lo que pasa es que hay que saber trascender ese legado. Los localismos son todos impresentables.
-Tanto en su prosa como en sus versos la pulcritud, la minuciosidad, exactitud y belleza del lenguaje es uno de sus signos de identidad. ¿Cree que hoy, en literatura y en general, se cuida el lenguaje o se maltrata?
-La poesía es un acto de lenguaje, un hecho lingüístico, como ya he dicho, y eso no parece preocupar a una gran mayoría de escritores que se autodenominan poetas.
-Si le dieran a elegir en qué año nacer, ¿qué otra época le hubiera gustado vivir? ¿Por qué?
-Me parece muy bien haber vivido entre el siglo XX y el XXI... Es un ciclo histórico apasionante, qué duda cabe.
-Y si no se hubiera dedicado a la literatura, ¿qué habría sido Caballero Bonald?
-Tal vez me hubiese dedicado a la vida contemplativa.
-La noche no tiene paredes tiene casi un centenar de poemas. ¿Habrá más versos de Caballero Bonald próximamente?
-Es muy posible. Afortunadamente, sigo siendo un desobediente. Y ya se sabe que la gran literatura está hecha por grandes desobedientes.
Maximiliano Fernández - "Larra, en las elecciones de 1836. Cómplices y adversarios"
Maximiliano Fernández - "Larra, en las elecciones de 1836. Cómplices y adversarios" (efe - lainformacion.com)
El Instituto de la Lengua edita un libro crítico con Larra que analiza sus contradicciones.
La Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua ha editado un libro "un tanto crítico" con la figura de Mariano José de Larra (1809-1837), escrito por el profesor, escritor y periodista abulense Maximiliano Fernández, que analiza la personalidad "contradictoria" de 'Fígaro'.
'Larra, en las elecciones de 1836. Cómplices y adversarios', es el título de este trabajo presentado hoy en el Museo 'Adolfo Suárez y la Transición', en Cebreros, que está incluido en la colección 'Libros Singulares', con la edición de 500 ejemplares.
Así lo ha explicado en rueda de prensa el gerente del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Alejandro Sarmiento, que ha acompañado al autor del libro, junto con el alcalde de esta localidad abulense, Ángel Luis Alonso.
Maximiliano Fernández ha precisado que este trabajo de 231 páginas "no es una hagiografía, ni una biografía laudatoria, sino una biografía un tanto crítica" de Larra, que a su juicio también fue "un excelente articulista y escritor, con una visión del mundo extraordinaria".
No obstante, el autor ha señalado que el escritor romántico cae en "contradicciones", ya que decía que no se iba a meter en política y lo hizo, se declaraba progresista y se presentó por el partido liberal-moderado y, además, "entró en el juego de las influencias".
Fernández trata de centrarse en la "figura humana de Larra, con sus grandezas y contradicciones, su delicadeza e incumplimientos, sus frustraciones políticas, sus problemas económicos, familiares, amorosos... y su limitada capacidad para asumir críticas, censuras y amarguras existenciales, que le llevaron a su trágico final".
Un final que el periodista abulense no vincula tanto al desengaño amoroso tras la ruptura con su musa, Dolores Armijo, como con "el fracaso final y la crítica", que son las que realmente "le hunden".
El libro se centra de manera especial en la elección como diputado por Ávila en las elecciones de junio de 1836, de quien está considerado uno de los mayores exponentes del romanticismo español.
Según Fernández, aquellos comicios se desarrollaron "en medio de un entramado político y periodístico, cuando menos oscuro y sospechoso en sus procedimientos", en el que tanto el Boletín Oficial de la Provincia, como el periódico 'El Español', del que era redactor, "no sólo apoyaron su candidatura, sino que fueron utilizados en contra de sus adversarios políticos, para evitar que recibieran votos".
Así lo sostiene en la introducción del libro el escritor y periodista abulense, quien se refiere a Mariano José de Larra como "candidato cunero" en Ávila, circunscripción por la que decidió presentarse por ser "cercana" a Madrid y "más fácil" para resultar elegido, debido a los apoyos recibidos desde diferentes instancias.
En este trabajo, Fernández trata de demostrar las "sospechas" de anteriores publicaciones sobre la consecución del acta de diputado estaban fundamentadas, para lo cual se basa en cartas, artículos y textos de 'Fígaro', así como en su correspondencia con las autoridades locales.
"Evidencian sus maniobras y la implicación por parte de Larra en un indudable tráfico de influencias para compensarles sus servicios", sostiene Maximiliano Fernández, quien se refiere, entre otros, al gobernador de la época, Domingo Ruiz de la Vega, o al intendente general de Ávila, Alfonso Carrero, tío de Dolores Armijo -musa del poeta-, como "verdaderos muñidores" en su favor "a cambio de ascensos y favores en la administración".
Asimismo señala que, pese a resultar elegido, "no reunía los requisitos económicos exigidos para presentarse", aunque destaca su "avanzada visión del mundo" en aquella época.
El Instituto de la Lengua edita un libro crítico con Larra que analiza sus contradicciones.
El Instituto de la Lengua edita un libro crítico con Larra que analiza sus contradicciones.
La Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua ha editado un libro "un tanto crítico" con la figura de Mariano José de Larra (1809-1837), escrito por el profesor, escritor y periodista abulense Maximiliano Fernández, que analiza la personalidad "contradictoria" de 'Fígaro'.
'Larra, en las elecciones de 1836. Cómplices y adversarios', es el título de este trabajo presentado hoy en el Museo 'Adolfo Suárez y la Transición', en Cebreros, que está incluido en la colección 'Libros Singulares', con la edición de 500 ejemplares.
Así lo ha explicado en rueda de prensa el gerente del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Alejandro Sarmiento, que ha acompañado al autor del libro, junto con el alcalde de esta localidad abulense, Ángel Luis Alonso.
Maximiliano Fernández ha precisado que este trabajo de 231 páginas "no es una hagiografía, ni una biografía laudatoria, sino una biografía un tanto crítica" de Larra, que a su juicio también fue "un excelente articulista y escritor, con una visión del mundo extraordinaria".
No obstante, el autor ha señalado que el escritor romántico cae en "contradicciones", ya que decía que no se iba a meter en política y lo hizo, se declaraba progresista y se presentó por el partido liberal-moderado y, además, "entró en el juego de las influencias".
Fernández trata de centrarse en la "figura humana de Larra, con sus grandezas y contradicciones, su delicadeza e incumplimientos, sus frustraciones políticas, sus problemas económicos, familiares, amorosos... y su limitada capacidad para asumir críticas, censuras y amarguras existenciales, que le llevaron a su trágico final".
Un final que el periodista abulense no vincula tanto al desengaño amoroso tras la ruptura con su musa, Dolores Armijo, como con "el fracaso final y la crítica", que son las que realmente "le hunden".
El libro se centra de manera especial en la elección como diputado por Ávila en las elecciones de junio de 1836, de quien está considerado uno de los mayores exponentes del romanticismo español.
Según Fernández, aquellos comicios se desarrollaron "en medio de un entramado político y periodístico, cuando menos oscuro y sospechoso en sus procedimientos", en el que tanto el Boletín Oficial de la Provincia, como el periódico 'El Español', del que era redactor, "no sólo apoyaron su candidatura, sino que fueron utilizados en contra de sus adversarios políticos, para evitar que recibieran votos".
Así lo sostiene en la introducción del libro el escritor y periodista abulense, quien se refiere a Mariano José de Larra como "candidato cunero" en Ávila, circunscripción por la que decidió presentarse por ser "cercana" a Madrid y "más fácil" para resultar elegido, debido a los apoyos recibidos desde diferentes instancias.
En este trabajo, Fernández trata de demostrar las "sospechas" de anteriores publicaciones sobre la consecución del acta de diputado estaban fundamentadas, para lo cual se basa en cartas, artículos y textos de 'Fígaro', así como en su correspondencia con las autoridades locales.
"Evidencian sus maniobras y la implicación por parte de Larra en un indudable tráfico de influencias para compensarles sus servicios", sostiene Maximiliano Fernández, quien se refiere, entre otros, al gobernador de la época, Domingo Ruiz de la Vega, o al intendente general de Ávila, Alfonso Carrero, tío de Dolores Armijo -musa del poeta-, como "verdaderos muñidores" en su favor "a cambio de ascensos y favores en la administración".
Asimismo señala que, pese a resultar elegido, "no reunía los requisitos económicos exigidos para presentarse", aunque destaca su "avanzada visión del mundo" en aquella época.
El Instituto de la Lengua edita un libro crítico con Larra que analiza sus contradicciones.
José Ángel Barrueco - "No hay camino al paraíso"
José Ángel Barrueco - "No hay camino al paraíso" (J. H. - laopiniondezamora.es)
Barrueco se estrena como poeta con un libro que presenta tonos autobiográficos.
El volumen «No hay camino al paraíso» recoge los textos del escritor zamorano y otras escrituras de Javier Das.
Conocíamos al novelista, conocíamos al autor de obras teatrales, conocíamos al columnista (lo es en este periódico). Y, ahora, aparece el poeta. José Angel Barrueco publica «Le aplastaré con mis versos», que es letra hecha carne: porque ha surgido de la vida. Si el zamorano dice que el libro «gira en torno de la familia», así será.
Es testimonial y, quizá, duro con algunos aspectos del pasado. O tal se intuye. A veces, no obstante, hay que mirar hacia atrás, para continuar el camino, después, sin perder de vista el horizonte. El libro acoge 48 poemas, que se agrupan en tres secciones. El tono: Como un desahogo sereno, como una confesión valiente y, al mismo tiempo, un poco triste. Porque habla de soledades, de silencios, de sensaciones.
Son poemas narrativos. No admitían, seguramente, otro género y otra forma. Pero la emoción sobrevuela aquí y allí. Se cuentan cosas (¿sucesos o así?) y se convocan recuerdos. En ocasiones, aparece el apunte dramático. Son poemas que también recrean escenas. Pasados los años, el día de mañana... El tiempo suele ser buen lenitivo. No obstante, entre las libertades está la rebelión. Que puede ejercerse con aparente pasividad. Barrueco escribe: «El silencio, a veces, / es más poderoso que un puñetazo». Al menos, rotundo. Inapelable.
Una cuestión, tras la rápida lectura del poemario, podía ser ésta: ¿Ha sido un libro difícil de escribir? Si se habla, en algún momento, de «días de dolor y desesperanza», ¿esa circunstancia vital ha requerido que el tiempo cauterizador haga su labor? El volumen también debe leerse como crónica y relato, historia y confesión. La vida es camino que se hace al andar y al detenerse. Mirar con seguridad al pasado –los golpes, a la larga, fortalecen– es desmitificar el pasado. Si el zamorano se desnuda emocionalmente en algunos poemas, da prueba de firmeza. Esta lírica también es una poesía de la experiencia.
Nada de su escritura anterior, aún con asuntos autobiográficos, había elegido esta vía, que no resulta fácil. Con anterioridad, Barrueco (1972) optó por la novela («Recuerdos de un cine de barrio», « Monólogo de un canalla» y «Te escribiré una novela»), el teatro («Vengo de matar a un hombre»), el cuento («El hilo de la ficción») y el microrrelato.
El poemario del zamorano aparece con otro de Javier Das («Sin frío en las manos»), y los dos configuran el libro «No hay camino al paraíso», publicado por la editorial madrileña "Ya lo dijo Casimiro Parker". Los dos: Testimoniales. Los dos: se enfrentan a las adversidades con estoicismo y refrenada valentía.
José Angel Barrueco, escritor zamorano
Barrueco se estrena como poeta con un libro que presenta tonos autobiográficos.
El volumen «No hay camino al paraíso» recoge los textos del escritor zamorano y otras escrituras de Javier Das.
Conocíamos al novelista, conocíamos al autor de obras teatrales, conocíamos al columnista (lo es en este periódico). Y, ahora, aparece el poeta. José Angel Barrueco publica «Le aplastaré con mis versos», que es letra hecha carne: porque ha surgido de la vida. Si el zamorano dice que el libro «gira en torno de la familia», así será.
Es testimonial y, quizá, duro con algunos aspectos del pasado. O tal se intuye. A veces, no obstante, hay que mirar hacia atrás, para continuar el camino, después, sin perder de vista el horizonte. El libro acoge 48 poemas, que se agrupan en tres secciones. El tono: Como un desahogo sereno, como una confesión valiente y, al mismo tiempo, un poco triste. Porque habla de soledades, de silencios, de sensaciones.
Son poemas narrativos. No admitían, seguramente, otro género y otra forma. Pero la emoción sobrevuela aquí y allí. Se cuentan cosas (¿sucesos o así?) y se convocan recuerdos. En ocasiones, aparece el apunte dramático. Son poemas que también recrean escenas. Pasados los años, el día de mañana... El tiempo suele ser buen lenitivo. No obstante, entre las libertades está la rebelión. Que puede ejercerse con aparente pasividad. Barrueco escribe: «El silencio, a veces, / es más poderoso que un puñetazo». Al menos, rotundo. Inapelable.
Una cuestión, tras la rápida lectura del poemario, podía ser ésta: ¿Ha sido un libro difícil de escribir? Si se habla, en algún momento, de «días de dolor y desesperanza», ¿esa circunstancia vital ha requerido que el tiempo cauterizador haga su labor? El volumen también debe leerse como crónica y relato, historia y confesión. La vida es camino que se hace al andar y al detenerse. Mirar con seguridad al pasado –los golpes, a la larga, fortalecen– es desmitificar el pasado. Si el zamorano se desnuda emocionalmente en algunos poemas, da prueba de firmeza. Esta lírica también es una poesía de la experiencia.
Nada de su escritura anterior, aún con asuntos autobiográficos, había elegido esta vía, que no resulta fácil. Con anterioridad, Barrueco (1972) optó por la novela («Recuerdos de un cine de barrio», « Monólogo de un canalla» y «Te escribiré una novela»), el teatro («Vengo de matar a un hombre»), el cuento («El hilo de la ficción») y el microrrelato.
El poemario del zamorano aparece con otro de Javier Das («Sin frío en las manos»), y los dos configuran el libro «No hay camino al paraíso», publicado por la editorial madrileña "Ya lo dijo Casimiro Parker". Los dos: Testimoniales. Los dos: se enfrentan a las adversidades con estoicismo y refrenada valentía.
José Angel Barrueco, escritor zamorano
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