martes, 23 de junio de 2009

Entre dos sombras (Dani R. Moya)

Entre dos sombras (Dani R. Moya - laopiniondegranada.es)

En mayo o junio de 1999, el poeta Javier Egea me regaló un poema que acababa de terminar. Él no me lo dijo, pero Tato Rébora, dueño del bar La Tertulia, me explicó que era el primero que escribía, o al menos que hacía público, en mucho tiempo. Yo le había pedido unas semanas antes a Javier Egea que ofreciera un recital, algo a lo que accedió amablemente. Aquel día leyó algunos de sus poemas más conocidos y celebrados, del libro ´Paseo de los Tristes´. También repasó algunos de sus ´Sonetos del Diente de Oro´, y para terminar, lo hizo con aquel poema que luego me regaló.

"Me desperté de nuevo / entre dos sombras. / No quedaban palabras / en mi memoria". Con esa seguidilla Javier Egea comenzaba un poema conmovedor, inquietante y de algún modo profético de lo que ocurriría después de que a las pocas semanas de leerlo decidiera darse un tiro en la cabeza.

El mes que viene se cumplirán 10 años del fatídico momento en el que Javier Egea no quiso seguir viviendo y por desgracia su poesía, a pesar de ser excepcional, lleva camino de ser una leyenda urbana y permanece oculta en oscuras sombras.

Su heredera resultó ser la compañera sentimental de aquel momento y su albacea un personaje del que poco se sabe. La historia de lo que ha ocurrido con la obra de Javier Egea desde entonces se puede seguir por los titulares de los periódicos, más que en la sección cultural, en la de sucesos, pues a la aparición de parte de sus libros en un chamarilero siguieron capítulos casi dignos de una mala novela policiaca.

Aunque se habló en algún momento de que alguna gran editorial publicaría una antología o la obra completa de Egea, han ido pasando los años y lo único que se ha sabido de la poesía de Javier Egea ha sido alguna edición absolutamente marginal y distorsionada, como la que ayer mismo se presentó, a cargo de los nuevos valedores del poeta, que con sus sorprendentes investigaciones lo utilizan más bien como un arma contra su compañeros de generación.

La difusión de los poemas de Egea tiene que pasar por el certificado de calidad de su albacea, que al parecer es muy exigente, pues desde la Asociación del Diente de Oro, que se creó en memoria de Egea, me cuentan que ni siquiera ellos tienen permiso para nada relacionado con los poemas, por lo que tendrán que cambiar los objetivos de sus estatutos.

Demasiadas sombras perturban hoy la obra de Javier Egea e impiden que vea la luz de la manera que merecería.

Desoladora y cierta parece ahora la última estrofa de aquel último poema de Javier Egea: "Ellas, que me robaron / la luz de un sueño / ya no piden rescate / por mi secuestro".

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