Beatus ille es una expresión latina que se traduce como “bendito aquel”, “afortunado aquel”, que hace referencia a la alabanza de la vida sencilla y desprendida del campo frente a la vida ajetreada de la ciudad. El tópico toma el nombre de unos versos de Horacio en los que aparecía así formulado.
El tema Beatus ille es una de las aspiraciones del hombre del Renacimiento, que, junto a otras como el Carpe diem (‘atrapa el día’), el Locus amoenus (la idealización de la realidad, para hacerla amena) o el Tempus fugit (tiempo que corre) se convirtieron en tópicos literarios.
Horacio, en sus ‘Epodos’ (2, 1) escribió estos versos que dan nombre al tópico:
Beatus ille qui procul negotiis,
ut prisca gens mortalium
paterna rura bobus exercet suis,
solutus omni fenore,
neque excitatur classico meles truci
neque horret iratum mare,
forumque vitat et superba civium
potentiorum limina.
Que se pueden traducir como:
Dichoso aquél que lejos de los negocios, como la antigua raza de los hombres, dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con los bueyes, libre de toda deuda, y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador, ni tiene miedo a los ataques del mar, que evita el foro y los soberbios palacios de los ciudadanos poderosos.
Los ‘Épodos’ son 17 obras de juventud, escritas entre los años 41 y 30 a. C., en los que Horacio imita, con temas romanos, los metros y el espíritu del griego Archiloco. Son poemas cortos escritos en dísticos yámbicos, con temas variados, entre los que destaca las alusiones a personas concretas o los amorosos. El más famoso es el Beatus ille.
Éste fue un tópico amable para los autores del Renacimiento, ya que el enfoque renacentista de la existencia humana descubrió en la poesía de Horacio respuesta a muchos interrogantes.
El pensamiento horaciano partía de la exhortación al goce del presente (Carpe diem), pero ese goce de los placeres debía ajustarse a un principio de moderación natural y de conformidad con lo que se posee. El lugar idóneo para poner en práctica ese ideal de vida es en contacto con la naturaleza, en la paz del campo a donde no llegan los ecos del mundanal ruido.
Los renacentistas alababan la moderación y la sencilla y tranquila vida en el campo, más segura y menos caótica que la de las ciudades. Y escribían sobre una vida muy idealizada y celebrada del campo con mucho énfasis en la naturaleza perfecta y tranquila (el Locus amoenus) y a menudo mezclada con el tema mitológico.
El tema Beatus Ille se puede ver en todos los géneros renacentistas, aunque sin duda es la poesía el medio más expresivo y recordado para ello.
Fray Luis de León se inspiró en los versos de Horacio para escribir su ‘Oda a la vida retirada’, un hermoso poema compuesto por 17 liras en el que el Beatus ille se impregna de religiosidad propia del Segundo Renacimiento o Renacimiento Cristiano:
¡Qué descansada vidaEn estos magistrales versos Fray Luis expresa el tópico del beatus ille junto a otros motivos propios de su obra y del Renacimiento, como el Vanitas Vanitatum, el Aureas mediocritas o el Locus amoenus.
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama
canta con voz, su nombre, pregonera
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado,
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas y mortal cuidado?
¡Oh campo, oh monte, oh río!
¡Oh secreto seguro deleitoso!
Roto casi el navío
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar suave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanza de recelo (...)